Guillermo Garabito - La sombra de mis pasos

¡Viva la muerte!

«El día que yo me muera lo haré acongojado porque morirse no tiene nada de digno, es una jodienda por la que hay que pasar y a ser posible cómodamente. En eso consisten exactamente los cuidados paliativos, pero cómo van a ser una opción real si requieren inversión en personal y recursos ...»

EFE

La mitad del parlamento en pie aplaudiendo con euforia la aprobación de la eutanasia tiene ese eco de Millán Astray gritando «¡viva la muerte!». Y la civilización y la razón se encogen. Hay una congoja que me aprieta cuando nuestros políticos celebran la eutanasia en el Congreso como una victoria, porque precisamente debemos de cargar con pocos muertos en 2020. La eutanasia es el fracaso de cualquier sociedad, la constatación de que una vida vale menos que aquellos políticos que no quieren trabajar.

Javier Gomá, que es quien mejor ha escrito lo que significa la dignidad, explica que el éxito de nuestro tiempo era precisamente el haber trocado la ley del más fuerte por la del más débil. Por eso lo de ayer es darnos una patada en las gónadas. La eutanasia es un atraso social en mitad de la modernidad -como otros antes avalados siempre por el PSOE-. Es la forma de quitarse problemas de encima, disfrazándolo de paso de derecho para que suene a empoderamiento social y así dormir con la conciencia tranquila. Pero no es más que facilitar que el fuerte siga con lo suyo y el débil… ¡ay! Que el Estado se alce en avalista de una «muerte digna» cuando ni siquiera es capaz de asegurar una vida digna. ¡Hay que joderse!.

El día que yo me muera lo haré acongojado porque morirse no tiene nada de digno, es una jodienda por la que hay que pasar y a ser posible cómodamente. En eso consisten exactamente los cuidados paliativos, pero cómo van a ser una opción real si requieren inversión en personal y recursos y formación y todas esas cosas burocráticas que exigirían trabajar. Igual que un pacto de Estado por la Educación o la reforma por mayoría de dos tercios del CGPJ. Los políticos siempre escogen el camino corto porque la legislatura es breve y no van a hacerle un favor al siguiente, claro.

El Comité de Bioética, que para algo existirá aunque cada vez nos caiga como sociedad más lejos eso de la ética, avisaba estos días que la eutanasia no se podía considerar un derecho, ¿pero desde cuándo escucha Pedro Sánchez a los expertos? Lo fácil siempre, por inconsciente, es gritar «¡viva la muerte!». Y ayer 198 diputados -que se dice con un escalofrío- reinstauraron, disfrazado de derecho para los que agonizan, la ley del más fuerte.

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