Guillermo Garabito - LA SOMBRA DE MIS PASOS

La vida de puntillas

«La ciudad es hoy un rumor donde no se rumia nada. Sólo hay ancianos desafiando a las autoridades por última vez»

Guillermo Garabito

«Otorgo a lo cotidiano la dignidad de lo desconocido». Con esta idea de Novalis miro yo una ventana ahora. Una ciudad entera, desde aquí. Se ha quedado la ciudad clavada en un viernes por la tarde. Incluso hoy, que es domingo, sobre los tejados sigue siendo viernes todavía. Entra por la ventana un rumor de persianas, de vida en otras casas, es un rumor parecido al de un julio que achicharra. Los pájaros están guardando cuarentena por lo visto y sólo queda algún vencejo despistado que cruza el cielo que yo escribo.

A mi hermano Pablo le ha dado por limpiar la habitación motu propio, lo digo para quien todavía tenga el cuajo de decir que no le parece grave la situación. Tal vez la cuarentena saca lo mejor de uno mismo. Para sobrellevar este ascetismo instaurado por Real Decreto, mi vecino de enfrente limpia los cristales en calzoncillos. La ciudad es hoy un rumor donde no se rumia nada. Sólo hay ancianos desafiando a las autoridades por última vez. Ancianos que, como echan de menos correr delante de los grises, corren hoy, al sol, delante del coronavirus. Pasean por la plaza vacía, desde aquí los veo, queriendo estirar la juventud perdida cinco minutos más.

La casa es un misterio. Hay una calma inaudita, como si los pequeños hubiesen madurado, como si yo mismo hubiese madurado. Me siento como un corresponsal de guerra en tiempos de paz. Las crisis nos ponen a prueba: destruyen líderes, forjan otros nuevos. Y todo a través de una ventana. Rajoy, con distancia, fue un precursor con el plasma. La ciudad se ha puesto de puntillas para no molestar. Es ahora más alta la Catedral y su Cristo. La ciudad así de quieta es julio sin radios, ni Tour de Francia a la hora de la siesta. A esta hora hay ventanas entreabiertas, sonido de persianas, toldos que se bajan y suben como pestañas. La vida, a través de una ventana consiste en pasear con la mirada. Qué atardecer más bello en rosas: No me había fijado en que Valladolid tiene mar cuando está quieta.

Suben voces de otros pisos como si al edificio se le movieran las tripas; la vida. No quiero ni pensar en cuando todo esto acabe. Si lo de Mercadona de ahora nos parecen aglomeraciones, no quiero ver el primer día que salgamos todos juntos de casa con sol de abril o de mayo. Con ganas de cerveza en las terrazas. De beber Negronis donde Borja -Amor Amargo-, en Coca. De hablar, de vernos todos, de habernos echado de menos, de volver a no aguantarnos. De pensarlo me he agobiado yo sólo… Para cuando eso ocurra, saldré con mi batín de casa.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación