Guillermo Garabito - La sombra de mis pasos

Tocar madera

La Semana Santa de mi tierra, venga como venga, con coronavirus o sin él, es silencio y aire de siglos

Guillermo Garabito

La Semana Santa de mi tierra no es besarle el pie a un santo de palo, ni estrecharse las manos después de un año entero esperando. La Semana Santa de mi tierra está hecha de oraciones pequeñas y de ilusiones grandes, de gente mirando al cielo y de un silencio en el que se resume la eternidad una tarde de Viernes Santo. La Semana Santa de mi tierra «son vientos veleteando, / sonrisas de tiempo ausente / y pesares castellanos», como las dolorosas de Juni.

Y si hay coronavirus, la Semana Santa de mi tierra sigue siendo Semana Santa… haya que modificar las tradiciones que haya que modificar. Porque para eso están las tradiciones: para protestar por tenerlas que ajustar si no queda más remedio por cuestiones de salubridad. La Semana Santa de estos lares no se escandaliza por el coronavirus y por eso las cofradías deberían ajustarse a las recomendaciones –como ya han hecho muchas– de las autoridades competentes. Y esas pocas que se sublevan diciendo que no suspenderán sus besapiés, no han entendido nada. ¡Dios lo entiende todo! Basta con acercarse en silencio a una iglesia y mirar a Cristo en trance de morir, obra de la gubia de Gregorio Fernández, para darse cuenta de que a Dios hay que hablarle con calma, como no se le habla muchas veces durante el resto del año. Que conviene rezarle con sinceridad entre tantos terciopelos y al acabar se inclina uno y sale de allí y Dios se queda más a gusto que con un beso en un pie que es de pino.

La Semana Santa es tiempo de hermandad y hermandad también es la familia. Y probablemente, al ritmo que avanzan los contagios y ante la falta de medidas del Gobierno –porque para algo somos España– tocarán días de recogimiento y oración. Porque cuando pase el de hoy, ocho de marzo para más señas, para Pedro Sánchez urgirá evitar las concentraciones como focos de contagio. Pero el ocho de marzo, a riesgo de la salud de toda la sociedad, que no me lo toque nadie. O eso se deduce de las declaraciones de Fernando Simón en «El País», que es el nuevo B.O.E. Dijo que la manifestación, convertida en fiesta para mayor gloria de Irene Montero, no conlleva peligro por ser «una convocatoria para nacionales». La igualdad real, desde que la promueve Montero se ha quedado en igualar su salario y el del «segundo progenitor» al del resto de ministros sin la limitación de los tres sueldos mínimos, como imponía la ética de su partido. Y es que así no hay quien termine de pagar una hipoteca. Ya cuando pase el día de hoy se empezará a pedir al personal que no acuda a concentraciones. Es decir, para Semana Santa.

La Semana Santa de mi tierra, venga como venga, con coronavirus o sin él, es silencio y aire de siglos. La Semana Santa de mi tierra es «donde la redención se hace carne en la madera».

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