Guillermo Garabito - La sombra de mis pasos

Soledades muertas

«Los abuelos y los pueblos son un decorado de otros siglos, de otras vidas y cuando se mueran lloraremos»

Pastoreo en la localidad vallisoletana de La Mudarra ICAL

Me pesan las calles como extremidades muertas que ya no andan, esta calle que no da a ningún sitio porque nadie la recorre ya. Avenidas de Nueva York sin rascacielos, sin Nueva York y sin poeta en los Torozos. Calles que asfaltó la administración hace cuatro décadas para que caminara más a gusto la soledad hoy por ellas. La soledad es toda mía.

Yo no vengo de mis soledades, ni voy ya a ningún sitio, porque en este pueblo ya no se mueve nada. Toda la soledad está aquí. Lanzan campañas para aligerar la soledad de los ancianos en las ciudades, y ahora también de los del medio rural. Pero ¿quién se ocupa de la soledad de los pueblos? De estos pueblos que son un miembro más de la familia en cuidados intensivos. Internet es la última ofensiva de la civilización por salvar el mundo rural. Los pueblos con sus tapiales de adobe y sus casas de piedra, con sus balcones de forja en los huesos, como un abuelo abandonado junto a una gasolinera. Siempre hay una gasolinera. Nadie se para a escuchar en los pueblos como nadie escucha ya a los viejos. La soledad es la enfermedad propia de esta edad. De un mundo en extinción porque los pueblos son hacer vecindad en una sociedad cada vez más individual. Los abuelos y los pueblos son un decorado de otros siglos, de otras vidas y cuando se mueran lloraremos. Saldrá un ministro por televisión, aguantándose las lágrimas, a decir que «ha muerto el último pueblo de España».

Escribo hoy de este municipio olvidado, de este pueblo de cuyo nombre no puedo acordarme, no porque no quiera, si no porque no le queda ni el cartel a la entrada.

Cuando murió Ricardo -mi vecino de La Mudarra- el pasado otoño, su viuda sólo gemía que no quería que las hijas la llevaran a la ciudad. Pero en La Mudarra cada vez hay menos rostros paseando, menos chimeneas encendidas y bronquíticas de tanto invierno. También se va acabando La Mudarra, los pueblos de Tierra de Campos, de Torozos y de España. Los pueblos de Castilla se acaban.

La soledad de un pueblo es la soledad del alma. Soledad sin misticismo en el punto exacto donde antes teníamos la infancia. Las cigüeñas que alquilan esta espadaña ya no traen niños de París, sólo traen soledades muertas.

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guillermo garabito

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Soledades muertas

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