Guillermo Garabito - La sombra de mis pasos
Salvar al doctor Ryan
Si quedaba alguien que pensara que a los médicos no se les iba a dejar atrás cuando ya no se les necesitara, serían los mismos que creyeron que de esta íbamos a salir mejores. Nunca es tarde para la ingenuidad. Este Gobierno se ha convertido en un ir dejando a todos atrás, menos a los suyos, que son Marlaska, Delcy y un matrimonio de Galapagar. Y los médicos volverán a sus vidas cuando ya no haya muertos como soldados incomprendidos que volvieron del Vietnam.
Ser médico, he ido observando, es una especie de locura que no se sabe bien a qué edad aparece. Puede hacerlo incluso de mayor, como a mi amigo José Luis –el extremeño– que un día, porque sí, nos soltó que quería ser médico y ninguno nos habíamos enterado. «Sí, hombre… Sí yo de pequeño operaba a lah palomah d’apendicitih». Y a la pregunta de cómo sabía que tenían apendicitis, respondió: «Ah yo no lo sabía. Las operaba y ya está».
Por suerte para los pacientes mi amigo José Luis estudió Comercio y los que estudian Medicina es porque tienen una locura que les hace matarse a estudiar, para después matarse a trabajar y que los pacientes lleguen sabiendo –como si fueran médicos– con qué les tienen que tratar, porque se lo dice Google mientras esperan en urgencias.
Ser médico es vocacional, pero no está de más que a uno le reconozcan el trabajo bien hecho de vez en cuando, como la Fundación Princesa de Asturias con el premio a la Concordia. Y menos mal, porque si tienen que esperar a que lo haga el Gobierno… El Gobierno de Sánchez precisamente, que es quien tiene competencias para que el agradecimiento a los médicos no quede en un aplauso. Sino, por ejemplo, en revisar esos horarios con jornadas de veinticuatro horas y treinta y tantas, incluso, de guardia donde se acaba sin saber si lo que está viendo uno es un ser humano o una paloma.
Después de estos meses de repetir lo importante que es la Sanidad española, el Gobierno quiere dejar atrás ahora a los sanitarios que empiezan a trabajar. Todos esos profesionales que cuando se solicitaron médicos se presentaron voluntarios sin preguntar. Y ahora que todo vuelve a la normalidad, por mucho que el Gobierno se empeñe en ponerle «nueva» delante para esconder el desastre que vendrá, parece mentira que esos miles de médicos que tienen que escoger plaza este año no vayan a poder hacerlo y se la vayan a asignar –que entre una y otra palabra hay una diferencia abismal–.
Después de siete años estudiando deberían dejarles escoger presencialmente su plaza donde ellos decidan. Y usar de excusa el coronavirus para que se la asigne –como pretende Illa– donde tenga a bien el Ministerio de Sanidad. Porque aunque a Pedro Sánchez y a Illa les habría gustado, el Ministerio de Sanidad no es el de Defensa, ni los médicos son soldados. Aunque el Gobierno, parece, sigue con este antojo de confundirlos, para encima, cobardemente, dejarles atrás.