Guillermo Garabito - La sombra de mis pasos
La resaca
«A todos los políticos suicidas los mandamos a Madrid. El Congreso de los Diputados se está convirtiendo en una terapia de grupo para kamikazes desde que allí se erige como autoridad Adriana Lastra»
Mayo caliente de persianas bajadas. La ciudad sigue con su guerra: la de los pocos negocios que pueden volver a abrir. Pienso en quién va a pedir una cita para ir a una ferretería, mientras caigo en que yo debería pedirla. Llevo esperando más tiempo para hacer una copia de las llaves que para ir a la peluquería. Paseo por mayo en mangas de camisa y sin llaves cada noche. Paseo de noche porque la falta de luz es una tregua donde no alarman tantos negocios cerrados. Estos días son una sucesión de carteles colgados que rezan: «Se Alquila» / «Se traspasa». Todos están ahí puestos como con ganas de sincerarse: «Nos hemos ido a la mierda». Nunca pensé que un bar de copas pudiera dejar de dar dinero. ¡Bendita inocencia bañada en ginebra cuando veía aquello más seguro incluso que invertir en oro! La resaca va a ser terrible.
Lo de la «nueva normalidad» es para cursis y para horteras. Para todos los políticos a los que les ha venido grande esto, pero tienen un sueldo que justificar. Las noches con la torre de La Antigua como un faro son las mismas, sin novedad. Un reducto de la normalidad de siempre, de Valladolid en primavera. Y a la normalidad y no a otra cosa, debemos aspirar.
A todos los políticos suicidas los mandamos a Madrid. El Congreso de los Diputados se está convirtiendo en una terapia de grupo para kamikazes desde que allí se erige como autoridad Adriana Lastra. Estás cosas deberían empezar por: «Hola me llamo Pedro y estoy aquí porque soy un peligro para mí mismo y para los demás». «Hola, Pedro». «Hola, mi nombre es Pablo Casado y no sé muy bien qué hago aquí». Pablo Casado fue esta semana pensando que creía en las libertades pero se quedó en tierra de nadie cuando resultó que Inés Arrimadas creerá en las libertades cuando diga Igea y no antes.
Ser político no era echarse a vivir y a viajar. Ser político, cuando las cosas vienen mal dadas, consiste en hacer milagros, sin ser Dios. Y la salud es lo más importante, pero conviene que haya una vida a la que regresar después. Lo de la salud Igea lo ha entendido muy bien, porque es médico. Para lo demás esperaremos a ver si Mañueco resucita antes de que esto ya sea sólo un erial donde cuelgue otro cartel más de «cerrado» y nos sobren políticos para gobernar.