BUENOS DÍAS, VIETNAM
Reflexiona, que algo queda
Un político un sábado antes de las urnas es un manojo de más promesas, incluso consigo mismo
Un político en jornada de reflexión es como un ciudadano de a pie a 31 de diciembre haciendo la lista de propósitos que mañana mismo incumplirá con indiferencia de que haya ganado o perdido las elecciones. Es un niño el primer día de colegio esmerándose mucho en hacer muy redonda la «a». Más que reflexionar, se ilusiona con muchísima fruición.
Un político un sábado antes de las urnas es un manojo de más promesas y se promete a sí mismo porque la ley no le permite prometerle a nadie más: «Mañana a primera hora me pongo a dieta para entrar en el traje el día que tome posesión. Y voy a aprender inglés, con acento de Oxford, por si tengo que ir a Bruselas a ver qué hay de la PAC. Y a la vuelta le compro a mi mujer unas rosas y hasta me la llevo a cenar… ¡Ale!»
Los candidatos, hoy sábado, reflexionan con un espejo delante: «¡Qué guapo soy, cuántos procuradores tengo!» Después de mañana será mayo directamente con todos los pactos sin pactar.
Yo reflexionaré luego mientras duermo la siesta. En ese instante exacto cavilo tan bien que podría escribir una constitución entera e incluso decidir si voy a votar. El futuro de esta tierra está en manos de un veinte por ciento de indecisos y descreídos que tienen aún mucha tela que cortar. Pero como esto es España, hoy mejor vermú. Y mañana, en el último minuto, se decide cómo se dobla, para que quepa en un sobre, el mal menor.
Castilla y León ha pasado de no tener ninguna relevancia nacional a tenerla toda estos días. Así que hoy medita Madrid también y hasta Andalucía con Moreno Bonilla pensando, mientras mira a Triana, si le pone al puente las banderolas -electorales- o le pone «las banderitas gitanas».
Es sábado y Vietnam amanece tranquilo. La ciudad se ha quedado vacía de promesas y por fin se puede salir sin que te asalte un candidato pidiéndote que le compres el programa electoral a la voluntad.
Aprovechen, porque mañana vuelven todos a la carga. Incluso los que no tienen que votar.