Guillermo Garabito - LA SOMBRA DE MIS PASOS
Oh, rara Navidad
Veinte de diciembre, domingo y la Navidad a medio organizar. Este año se trata de aplacar el revuelo, el bullicio y casi hasta la ilusión, como si fueran aglomeraciones de personas más que de sentimientos. Tenemos la Navidad manga por hombro por el desconcierto de restricciones, de medidas de seguridad, de evitar el gentío de los mercados para poner lo de siempre en la nevera como si las almejas de todos los años, el árbol o los villancicos fueran el foco de la enfermedad. Veo a gente que cuanto más aprietan las restricciones más le da igual ya todo; por suerte son pocos. También los conozco que se asustan, se agobian y se sienten culpables, precisamente ellos que no hacen nada. Y así tenemos la Navidad parada. Tanto señalar a los jóvenes, a los viejos, a los que caminan, a los que quieren trabajar… Los que no respeten la vida ni siquiera de sus familiares este año, contra esos no hay nada que hacer por mucho que los políticos repartan culpas a todas horas desde el televisor. Ya hay más posibilidades de salir culpables en boca de algún político que de que nos toque aunque sea la pedrea.
Amanecen días fríos y uno va entrando en calor a medida que se da cuenta de que está la Navidad a las puertas: flores de pascua y turrón -que no me gusta, pero me ilusiona-. Lo normal es el frío, aunque el Pisuerga ya no se hiele y aquí en el páramo amanecen los días con el cielo a ras de suelo por la niebla.
A esta Navidad le faltará mi abuela, que no saldrá de la residencia porque aquello es un búnker inexpugnable y hacen bien después de lo de marzo. Cuanto más pasan los años -cuando ya he dejado de ser un crío-, más me interesa aquella Navidad: cuando al entrar en La Mudarra crepitaba alegre la vida y la chimenea.
Hay una suerte de agoreros que están todo el día repitiendo eso de que no pasa nada por no celebrar una Navidad. ¡Pasa! ¡Hombre que pasa! Todo el día proclamando que es más importante la seguridad que la Navidad, como si ambos términos fueran incompatibles. Estos días, con coronavirus o sin él, consisten en celebrar aquí lo que ocurrió en Belén. Y esto, aunque no sea lo ideal, también se puede hacer en soledad; bendito champán.
Hubo épocas peores en la historia y aún así hubo Navidad, porque sólo hay una forma de vivirla y es hacia dentro, con pandemia o sin ella.