Guillermo Garabito - LA SOMBRA DE MIS PASOS

Pedro Sánchez, Doctor de la Iglesia

Pedro Sánchez y el Papa Francisco, en su encuentro de este sábado EFE

Guillermo Garabito

Lo mío con Dios va a días, como decía mi amigo José Luis de lo suyo con una chica: «Tenemos una relación basada en no molestar». Y así lo llevamos, Dios y yo. Voy haciendo lo mío con la misma convicción de ese verso machadiano que reza que «quien habla solo espera hablar a Dios un día». Y así hablo y escribo. A Dios se le habla, se le ignora, pero no se le entiende. Y supongo que lo mismo ocurre con el Papa Francisco, que para eso es su representante aquí. Hace mucho que dejé de intentar entender a Francisco, como tampoco aspiro a entender a Dios. Lo que me inquieta no es que yo no le comprenda, no ando en el intento como San Agustín. Pero sí me preocupa de verdad que no le haya entendido –o escuchado siquiera– Pedro Sánchez ayer cuando el Papa le dijo en un castellano pulcro y a la cara para que no quepa confusión que «las ideologías decostruyen la patria, no construyen». Eso lo entendí hasta yo. Para comprender estas palabras del Papa –Espíritu Santo aparte– no hace falta ser Doctor de la Iglesia, ni universitario siquiera, sería bastante con haber leído algo de historia. Por eso, precisamente, Su Santidad le pidió construir mirando al futuro y no «cincuenta o cien años atrás».

Lo que me preocupa es que Pedro Sánchez no fuera hasta Roma para hablar con su obispo, sino para hacerse una foto, que es en lo que consiste la política española desde 2018. La presidencia del socialista ha sido un ir coleccionando fotografías de sí mismo que poder enseñar a sus nietos cuando se jubile, que será cuando Iván Redondo quiera jubilarse también. Ya ha quedado claro esta semana que la derecha no tiene ninguna posibilidad con Casado y Abascal en proceso de divorcio. Digo que me preocupa que el presidente no haya entendido a Francisco porque la idea de Sánchez de la presidencia no es dialogar, es completar un álbum con firmas y fotografías en las que sale Pedro Sánchez con Donald Trump, el Papa, Angela Merkel, Macron y James Rhodes... Pero lo importante de todas ellas es Pedro Sánchez, que es lo que le contará a sus nietos; los demás están bien para rellenar. Por eso Sánchez viaja al Vaticano y a Nueva York, como un influencer que en vez de coleccionar atardeceres, compila jefes de Estado.

Ya está otra vez la Iglesia metiéndose en lo terrenal, le dirá hoy Pablo Iglesias en el Consejo de Ministros, porque al vicepresidente le cae bien todo el mundo mientras no le lleven la contraria. Qué lejos aquel «estoy a muerte con el Papa Francisco». O ese: Su Santidad y yo, que estamos «en la misma barricada».

El problema de Pedro Sánchez con la Iglesia, más allá de que no le hagan Doctor, es un problema únicamente con Dios. No aspira a matarlo como Nietzsche, simplemente lo desprecia por no fotografiarse los dos.

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