Guillermo Garabito - LA SOMBRA DE MIS PASOS

Otro matrimonio a la mierda

«Esa pornografía emocional para todos los públicos me produce cierta ansiedad: ¿Por qué? ¿Para qué exhibir tanta felicidad, un pecho, los proyectos y las leyes aprobadas?»

Guillermo Garabito

Menos mal que todavía quedan matrimonios que están enamorados, durante mucho tiempo creí que mis padres eran los últimos, incluso los días que estaban cabreados. Luego uno se enamora y piensa que tiene vocación de casado y empieza a preguntarse si aquello será para toda la vida de verdad, no de la que dicen los adolescentes embalados después de dos citas, un gintonic y vislumbrar un muslo que les parece de mármol de diosa por las ganas y la urgencia. «¿Qué ha sido de aquellos matrimonios invencibles de porteros que había antes en España?», le leí una vez a Alfonso Ussía. El matrimonio es una profesión vocacional de las de antaño, como ser sereno, en aquellos tiempos antes de cuando la obsolescencia programada. Ahora las parejas no quieren casarse si no es por conveniencia estrictamente fiscal. «Eso es amor, quien lo probó lo sabe».

Me gustan las parejas que están enamoradas, no las que se empeñan en demostrarlo en las redes sociales continuamente y suben fotos comiéndose el hocico. Esa pornografía emocional para todos los públicos me produce cierta ansiedad: ¿Por qué? ¿Para qué exhibir tanta felicidad, un pecho, los proyectos y las leyes aprobadas? Otras veces, en cambio, creo ciegamente en el amor cuando me van llamando amigos para decirme que se casan, como mi amigo Jorge, y además lo hacen por la Iglesia. ¿Quién le manda? En eso, precisamente, consiste la elegancia, en que no había ninguna necesidad porque ya ni siquiera es una cosa que se estile. Casarse enamorado es si me apuran hasta contraproducente, por aquello que explica Peláez de que no sabes con la clase de mujer que te has casado hasta que te divorcias. Pero como decía Arturo Fernández, vengo de una generación muy pobre en la que a quien tenía un traje, se le aplaudía por la calle. Pues yo vengo de una generación de descreídos que ha preferido cambiar a Dios y al hombre por un puñado de sucedáneos digitales a los que llama ‘followers’ y ya sólo se casan para tener fotos nuevas que subir al ‘Instagram’.

Lo mismo les ocurre a los políticos, que han cambiado el ejercicio de la política por el de la pornografía emocional. ¡Rentable profesión! Por eso Mañueco e Igea han lanzado un vídeo de su primer año de casados, como esa pareja que te cuela el vídeo de su luna de miel en cuanto te descuidas creyéndose especial. Lo que suele ser chico conoce chica, aquí fue presidente conoce a vicepresidente. Y para colmo le han puesto a la película una voz en off con aires de épica… ¡Otro matrimonio que se va a la mierda! Y es que no hace falta ser psicólogo para saber que cuando una pareja se empeña en presumir por redes sociales de lo bien que les va es que en verdad buscan desesperadamente que su relación se parezca a la que se han montado en ‘Instagram’.

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