Guillermo Garabito - La sombra de mis pasos

Nada que hacer

«Las luces de Navidad encendidas nos demuestran que todavía hay ciudad y por lo tanto hay esperanza»

Calle Santiago, en Valladolid, ayer, durante el encendido @AyuntamientoVLL

Menos mal que se hace de noche pronto, porque detrás de los cristales no queda nada. No hay ciudad siquiera, ni hay murmullo de vida a estas horas de la pandemia y del otoño. Todo es recogimiento. En noviembre uno iba buscando el calor de lo pequeño, de las calles concurridas y las esquinas donde huele a castañas, porque el alma no puede abrigarse. Ahora la civilización consiste en evitar a todo el mundo y por eso tras los cristales no queda nadie, ni hay ciudad siquiera y caminamos con el alma destemplada. Las tiendas cerradas, los bares chapados. No queda nada que hacer por la ciudad. Sólo falta que nos clausuren los patos y las obras para que no nos dejen ni siquiera esta existencia de jubilado que llevamos desde hace días paseando un rato cada tarde, porque algo habrá que hacer. Caminamos con las manos en los bolsillos comprobando que no han cerrado nada más, que anochece cada día inevitablemente antes, que no hay novedad. Yo salgo con mi novia a pasear un rato cada tarde, por hacer algo, como lo hacen los ancianos.

La pandemia consiste en que nos hemos hecho viejos; incluso mis hermanos pequeños. ¿Dónde se liga ahora? ¿Dónde conoce uno a la mujer de su vida si los bares están cerrados? ¿Dónde, si vamos a todas horas con mascarilla? Los políticos piden ese imposible que es que los críos aplacen su juventud a mañana y después a pasado… hasta que haya vacuna, pero la juventud es lo único que no se puede aplazar Por eso los críos siguen a sus cosas, que no son las nuestras de adultos con ciudades cerradas. La ciudad se ha llenado de novicias y frailecillos pensando que les han prohibido el amor.

La ciudad es este año todo esperanzas: que deje de morirse el personal -como si nos sobrara gente en Castilla-, que vuelvan a abrir los bares, ver abiertas las tiendas. La ciudad se ha perdido a sí misma, ahora es cualquier ciudad europea, sin mayor personalidad que mantener sus iglesias bien altas.

Menos mal que han encendido las luces de Navidad. Este año no me parece pronto, por mí puede empezar ya «El Corte Inglés» a promocionar sus cosas. Las luces de Navidad encendidas nos demuestran que todavía hay ciudad y por lo tanto hay esperanza.

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