Guillermo Garabito - La sombra de mis pasos
Un mundo que agoniza
«Creer en los pueblos como foco de cultura es tarea de visionarios, que es el eufemismo socialmente aceptado para los locos»
Los sábados el mundo agoniza un poco más despacio. Los pueblos se tienden al sol como se pone mi vecino Felipe en La Mudarra contra el muro de mi casa como si la estuviera sosteniendo, como si él sólo sostuviera sobre su espalda toda la civilización. Incluso en este último día de febrero, que entre nublado y nublado trae trozos de cielo añil. La civilización la sostiene un hombre solo en un pueblo. Y después otro y otro. Creer en los pueblos como foco de cultura es tarea de visionarios, que es el eufemismo socialmente aceptado para los locos. Y en eso de la locura andan mis amigos Luis Enrique Valdés, Tamara Crespo y Fidel Raso en Urueña . Tamara y Fidel son libreros en el pueblo que más librerías tiene de España. Recalaron allí después de fotografiar y croniquear un mundo que agoniza entre conflictos bélicos, miseria y desastres naturales. Allí se retiraron para seguir trabajando y abrieron «Primera página», que es una escuela viva de periodismo. Las tardes que uno va hasta Urueña sale de la librería un poco más listo y cargado de libros.
Ayer nos enrolaron Tamara y Fidel para inaugurar «El jinete amarillo» , una exposición donde las fotografías de Fidel van acompañadas con extractos de «Un mundo que agoniza»: aquel discurso de Miguel Delibes en la Academia que siempre conviene tener a mano, por visionario. Fotografías que han sido realizadas por todo el planeta en los últimos años y dan la medida de la voracidad del hombre; porque el hombre es un lobo para el hombre. Allí en Urueña, en mitad de esta Castilla despoblada, se inauguraba la exposición de un grandísimo fotógrafo. Fidel, al igual que Delibes, es cazador de instantes en un mundo entre estertores .
Tamara y Fidel intentando darle otra oportunidad a esta España de tierra adentro. Ellos que se niegan a creer que los pueblos fueron una herramienta más abandonada en esta euforia por el progreso. Los pueblos, con su obsolescencia programada. Por eso es tan necesario este centenario de Delibes . Supone una oportunidad para reivindicar al ser humano y una forma constructiva de estar en el mundo. Una reivindicación de los valores férreos que aparecen en la obra del escritor y de un humanismo -el nuestro-, el de esta Castilla pobladora de mundos, hoy en día denostado.
Comentaba el autor de la exposición que había retirado las fotografías más «excesivas», aquellas que mostraban tripas y muertos de conflictos que no caen tan lejanos y al final lo agradecimos. Lo mejor de los sábados culturales es tomar el vermú después. Vermús que nos devuelven la civilización conversando con los amigos. Aquello que decía don Miguel cuando le preguntaban por su supuesta hurañía: «Me gusta conversar con mis semejantes de dos en dos, como mucho tres…» Y así lo hicimos, por homenajear a Delibes en su centenario.