Guillermo Garabito - La sombra de mis pasos
Mamá, quiero ser influencer
«Sánchez y Puente están cortados por el mismo patrón: una soberbia tuitera de taberna pequeña que sólo se entiende por la necesidad patológica de ser constantemente el centro de atención»
![Tudanca, Sánchez y Puente durante el mitin ofrecido en Pajarillos el pasado martes](https://s1.abcstatics.com/media/espana/2019/11/08/puente-sanchez-U30892452338TpD--1248x698@abc.jpg)
La huelga de los sindicatos la secundaron únicamente los sindicatos. Los liberados sindicales, mi coche que se negó a arrancar y un perro que se negaba a andar en medio de la plaza de Poniente. Las muelas de mi amigo Pedro también hicieron huelga; tenía previsto despedirse al fin de las del juicio y se volvió a casa con ellas porque el miércoles los quirófanos también se pusieron mano sobre mano. La huelga en Castilla y León fue un rotundo éxito. Salvo estos tres incidentes que relato, la vida siguió adelante.
Los sindicatos y los partidos políticos se han pasado de moda. Por eso nuestros representantes andan explorando profesiones alternativas. Pedro Sánchez vino en avión privado hasta Valladolid, del aeropuerto a la ciudad fue en coche oficial, dio un mitin resumido en diez minutos y se fue. Sánchez, que está acumulando horas de vuelo como si quisiera ser piloto por si el plan del 10-N sale mal. Cuando hable el presidente en funciones dirá que estuvo en Burgos, como dijo que había estado en Zamora cuando en realidad paraba por Palencia, porque quiere ser Dios y tener el don de la bilocación. Pedro lo que de verdad quiere ser es Sánchez.
A Óscar Puente lo que le molestó en el fondo de lo ocurrido el martes es que se le sublevara uno de esos feudos fetiche de la izquierda que son los barrios deprimidos. «Habría sido más fácil irse a la calle Santiago», repetía el alcalde con soberbia. Y tanto que habría sido más fácil: el lunes no hubiesen tenido que recoger de urgencia los servicios de limpieza dos toneladas de basura en las inmediaciones del paseo que le habían preparado al presidente. Y no vaya a interpretar mal el lector mis palabras, Dios me libre, y pensar que el alcalde de Valladolid sea un clasista. Uno, siendo socialista ni puede ser narcisista, ni megalómano, ni clasista… Ni nada que no sea otra cosa que una persona estupenda. Sánchez y Puente están cortados por el mismo patrón: una soberbia tuitera de taberna pequeña que sólo se entiende por la necesidad patológica de ser constantemente el centro de atención. Por eso Sánchez ha convertido la administración en un aparato propagandístico que habrían envidiado Goebbels y Millán-Astray. Sánchez y Puente no quieren ser ya políticos, que el servicio público tiene poca visibilidad, ahora quieren ser «influencers».