Guillermo Garabito - La sombra de mis pasos

Maltratar alcaldes

«Quizá si toda España fuese como La Mudarra y como «Vitor» nos iría mejor. Porque en La Mudarra todas las minorías nos parecen grandes aglomeraciones»

La bandera de colores del colectivo LGTBI, en el Ayuntamiento de SegoviaBandera EFE

Hubo una edad donde maltrataba alcaldes, como etapa revolucionaria. Yo es que siempre he sido más toca cojones que de hacer la revolución. Escribía un artículo y ellos se enfadaban como si fuera el fin del mundo no sé muy bien por qué. Con los años se me ha ido pasando el ímpetu y el «hobby» y me he ido reconciliando con algunos -que no con la política-, porque en general ésta ha ido francamente a peor; mírese Moncloa, Galapagar y el Congreso en general salvo honrosas excepciones.

Después están esos alcaldes de capital de provincia que siempre ven su sueldo bajo. Alcaldes que quieren ganar más que el presidente del Gobierno porque sí. Esos alcaldes que si les tocase ser regidor de pueblo habrían perdido la vocación en la primera tarde. Y ya al final quedan los que dicen que no encuentran motivos para bajarse el sueldo, ni siquiera en plena crisis, como ejemplo de solidaridad.

Yo maltrataba alcaldes literariamente, pero es que los alcaldes no saben de literatura. Sólo saben de pliegos oficiales y de prosa burocrática. Así que ahora he debido de ir perdiendo el lirismo con la edad, porque el lirismo en las columnas hay que matarlo o arrinconarlo. Aunque a veces me escape por los endecasílabos de los que está hecho mi jardín.

Con uno de los que me he reconciliado es con el alcalde de La Mudarra, que se llama «Vitor» y debe de ser tío mío así a lo lejos. En los pueblos todos somos familia si se mira con la suficiente distancia. Tuvimos nuestros dimes y diretes cuando construyó un frontón, pero ahora que el frontón es ya paisaje urbano -feo como todos los frontones, pero paisaje- nos estamos reconciliando. Vengo de hablar con él y me doy cuenta de lo imprescindibles que han sido los alcaldes de pueblos pequeños en esta pandemia. «Me llaman de una institución el otro día para que ponga la bandera de colorines en el ayuntamiento», me dice. «Que yo no pongo banderas, que en este pueblo se vive muy bien sin banderas. A nadie le importa si uno es una una cosa u otra, ni siquiera de que partidos político es».

Quizá si toda España fuese como La Mudarra y como «Vitor» nos iría mejor. Porque en La Mudarra todas las minorías nos parecen grandes aglomeraciones. Aquí, que quedamos unos pocos, sabemos de verdad lo que son las minorías. Y aún así vivimos sin ofendernos.

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