Guillermo Garabito - La sombra de mis pasos

Los líderes flojitos

«Al militante hay que escucharle un rato y se acabó. Si se pasa uno el día con la oreja pegada como si la militancia fuese el oráculo de Delfos corre el riesgo de acabar hablando solo»

EP

Los partidos políticos se jodieron cuando alguien inventó las primarias. Los únicos partidos que funcionan son aquellos en los que el líder se elige y se perpetúa a dedo, véase Podemos. Las consultas de Podemos son el dedo de Aznar, pero digital -valga la redundancia-. Así uno puede comprarse un chalet en Galapagar, convertirse en burgués y seguir vendiendo a sus militantes que sigue en eso de hacer la revolución sin caerse del cargo. Desde que se han puesto de moda las primarias debe de haber avanzado el reloj del Apocalipsis no sé cuantos minutos hacia la media noche.

No me extraña que Arrimadas no quiera «diecisiete barones» para su partido, como dijo desayunando ayer. El momento más lúcido del día es el desayuno. Sobre todo si los barones de ese supuesto Cs salen como le salió Iceta al PSOE o Javier Alonso al PP. Para eso es mejor que se hunda Cs ahora o el menor de los problemas en España será el coronavirus.

Las baronías son los nacionalismos de los partidos, ese nacionalismo pequeñopensante del terruño insolidario. Todo el problema actual de España viene porque una baronesa iluminada decidió jugar al «Risk» con el PSOE en el Guadalquivir y creó un monstruo. Y Susana de Triana ahora ya no es nadie. Esa jugada es la misma que quería hacer Francisco del Campo Grande. Igea quería repetir la maniobra de Susana Díaz, es decir quedarse ostentando el poder en segunda fila.

Este sistema de caciquillos regionales es consecuencia de los líderes flojitos. Al militante hay que escucharle un rato y se acabó. Si se pasa uno el día con la oreja pegada como si la militancia fuese el oráculo de Delfos corre el riesgo de acabar hablando solo. El militante es la excusa para esta necesidad descomunal de los líderes de sentirse reafirmados. Los militantes son como los «likes»’ en Instagram o en Tinder -vaya usted a saber-, y en ellos les va a nuestro políticos la autoestima y el cargo.

Tal vez para preservar una democracia en España lo mejor sea la dictadura interna de los partidos. ¡Mano de hierro para sucesiones de terciopelo! Así nuestros políticos se preocuparían de los problemas del común en vez de pasarse los meses en los suyos, que casi siempre son cuotas de poder.

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