Guillermo Garabito - La sombra de mis pasos
Lágrimas de cocodrilo
«Esta es mi Valladolid, hermano», una novela aún por escribir. Lo intentó Umbral con «Los helechos arborescentes», pero la ciudad pide más»
Las ciudades se construyen a base de leyendas más que de calles. Conozco la ciudad de recorrerla a solas por la noche. Valladolid es la relación más larga que he tenido, yo la miro y ella me ignora. Creo que por eso exactamente funciona tan bien lo nuestro. Valladolid es un pozo sin fondo donde se mezcla y se ahoga la historia. Los Reyes Católicos diciéndose «sí, quiero», Colón muriendo sin saber que había descubierto un continente, un irlandés rebelde, Felipe II naciendo, una catedral a medias que se quedó en proyecto de ser la más grande de toda Europa…
En Valladolid pasa la historia y cuando la historia no tiene pruebas, ni contratos, se queda en leyenda porque sucesos históricos contrastados nos sobran como para llenar las lagunas de los historiadores catalanes a sueldo de la Generalidad. Valladolid hecha de siglos y leyendas.
Camino en silencio y muy despacio siguiéndole la pista a todas ellas. Juan de Juni y la Virgen de las Angustias a la que apodaron «la zapatuda». Y la gran señora de Valladolid, con permiso de la de San Lorenzo, no se ofende porque sabe que alimenta la leyenda. Gregorio Fernández al que le habló el cristo escarnecido de la Vera Cruz para preguntarle: «¿dónde me miraste que tan bien me retrataste?». Los lunes por la mañana cuando todavía se ven señoras en «las caminatas a San Nicolás» para pedirle favor al santo y al santo lo cambiaron por otra talla del mismo porque el anterior, por lo visto, era poco milagrero.
Ahora resulta que entre cristos y vírgenes de palo que hablan hay un cocodrilo fugado. Un cocodrilo del que yo empezaría a vender «souvenirs» si supiera cómo se hacen. Un cocodrilo que en Valladolid será a partir de ahora el que se lleva a los niños que no se portan bien. Un cocodrilo que fue visto y no visto. Y para convertirlo en leyenda ahora que ya han dejado de buscarlo ante la falta de indicios yo diré que lo vi. Y llevaba la mano del capitán Garfio todavía en la boca. Y lloraba lágrimas de cocodrilo por la pena.
«Esta es mi Valladolid, hermano», una novela aún por escribir. Lo intentó Umbral con «Los helechos arborescentes», pero la ciudad pide más. Más novela, más escritores, más cocodrilos, más historia y más leyenda.