Guillermo Garabito - Buenos días, Vietnam

Insultando, que es gerundio

Si abriesen los telediarios cada día con las faltas de respeto que reserva la izquierda para cualquiera que no sea de los suyos, no habría tiempo para el coronavirus

HERAS

La izquierda patria habla con voz de adolescente maleducada, de estas que piensan que por decir una burrada más grande entre calada y calada de sus primeros cigarros mentolados se gana y se acabó. Y en ningún medio nos escandalizamos ya, ni la sociedad ve intolerable que unos cuantos diputados llamen a otros fascistas sólo por no darles la razón.

En España nos ha salido una izquierda gritona como nos podía haber salido una niña sonrosadita y graciosa, pero nos tenemos que conformar con Adriana Lastra que es el Demóstenes que nos merecemos. Dice en el parlamento «fascistas» y los suyos la aplauden como si acabara de aprender a decir «papá». Y se ríe y lo repite para que siga el alboroto y los aplausos. Ha cogido carrerilla el presidente desde que llamó «indecente» a Mariano Rajoy en el principio de todo y ahora, en comparación al tono y a los calificativos que ha ido imponiendo en los últimos años, «indecente» nos parece una lindeza que quedaría bien hasta en la correspondencia de santa Teresita de Lisieux. Porque esta izquierda nuestra, adolescente y perdida, tiene los ojos de su padre y la lengua de un camionero inspirado por la mañana.

Pocos huertos se plantan en España para sostener a tanto verdulero como nos hemos dado. Y lo peor de todo es que son tipos torpes que para colmo insultan sin ninguna originalidad. Ya que tienen el salario asegurado al menos podían leer a Quevedo o dedicarse a acuñar insultos novísimos que enriquezcan el castellano en vez de cocernos con lo de siempre. Puestos a saltarse el decoro mínimo en el Congreso, en el Senado, en los parlamentos autonómicos y en cualquier lugar donde se les da un micrófono, que al menos insulten con originalidad. Que digan, que sé yo, «cansaliebres», «comeorejas» y cosas así.

Por eso lo del vicepresidente de la Junta de Castilla y León fue una metedura de pata, pero que la izquierda desde aquí hasta Melilla se lleve las manos a la cabeza como una manada de unicornios inmaculados después de los atropellos a los que nos tienen acostumbrados demuestra que España no tiene solución.

Si abriesen los telediarios cada día con las faltas de respeto que reserva la izquierda para cualquiera que no sea de los suyos, no habría tiempo para el coronavirus.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación