Guillermo Garabito - La sombra de mis pasos

Las guerras que nos han tocado

Por lo visto nuestros abuelos, explica la izquierda de forma más sencilla, eran unos paletos y sobre todo unos fascistas, los de un bando y los del otro, que dejaron una España que no se puede consentir

Ahora que quieren cambiar las guerras de nuestros antepasados, reescribirlas y desvirtuarlas, yo pienso en las nuestras. Resulta que las guerras de nuestros abuelos no fueron sacar una familia adelante, inventar a pulso el progreso o reconciliar un país partido. Por lo visto nuestros abuelos, explica la izquierda de forma más sencilla, eran unos paletos y sobre todo unos fascistas, los de un bando y los del otro, que dejaron una España que no se puede consentir.

Tiran de épica en sus discursos blandos en los que nos venden el futuro para que nos sintamos como si nosotros tuviéramos retos mucho más importantes y más difíciles que los que asumieron nuestros abuelos mientras desmontan el pasado. Aquellos tipos con boina que no sabían nada de veganismo, de combustibles limpios, de chakras, porque eran unos bárbaros… Por eso ahora adoctrinan a los críos como si fueran niños soldados y les llenan de munición que saben que explotará cualquier tarde de estas: les dicen que el sexo no existe, que los hombres matan y toda esas letanías progresistas para evitar que se parezcan a sus abuelos.

Así nuestras guerras caben en un tuit, son asuntos pequeños e irrelevantes: las hamburguesas de tofu, que les robamos los huevos a las gallinas porque somos unos supremacistas, que los hombres blancos no hablen sobre los problemas de los hombres negros, que a los poetas negros sólo les traduzcan traductores negros, que preferiblemente a las poetas afroamericanas sólo las traduzcan al español mujeres negras aunque a la que le toque no tengan ni idea de lo que es un verso, que las mujeres que no comulgan con la supremacía ideológica no se declaren feministas, declarar la independencia en Cataluña para subirlo a Instagram, eliminar el diesel para que el presidente pueda viajar en Falcon unos años más. Esas son nuestras escaramuzas diarias, en las que perdemos la vida y los impuestos y sólo porque no queremos afrontar la realidad: que nos falta valor.

Si nos pareciésemos en algo a nuestros abuelos invertiríamos toda la pasta que se nos va en nuestras reyertas en levantar catedrales o en investigar una cura contra el cáncer. «Cada hombre tiene su guerra, igual que tiene una mujer», escribió Delibes. Nosotros, como no tenemos, dejamos que se las inventen por nosotros y de paso las escriban en el BOE, que es el ‘HOLA’ de los funcionarios.

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