Guillermo Garabito - La sombra de mis pasos
Golpes bajos
«Las herencias son un asunto de buitres que sobrevuelan en círculos lo que ellos han decidido que les pertenece. Y Ciudadanos le pertenece a Igea y a Arrimadas, por mucho que ambos vendieran en el debate que el partido es de los afiliados»
Ciudadanos es como la URSS: una galería de sonrisas y un piolet por la espalda. Puede que por eso dijera Igea de los estatutos del partido que eran «leninistas». Y es que heredar un partido político, incluso en horas bajas, siempre es tentador. Heredar Ciudadanos como se hereda un cortijo en Andalucía, con cinco consejerías y sus tristes olivares verdes. Y un castillo de las Castillas con cuatro consejeros. Y diez diputados en el Congreso, que son los que le quedan, como una resaca de una fortuna dilapidada. En Madrid también tienen lo suyo y un buen pisito en la Calle Alcalá como sede.
Lo peor de las herencias no es que empiecen con un muerto, son todos los que uno mataría después. Las herencias son un asunto de buitres que sobrevuelan en círculos lo que ellos han decidido que les pertenece. Y Ciudadanos le pertenece a Igea y a Arrimadas, por mucho que ambos vendieran en el debate que el partido es de los afiliados.
Una guerra fría en la que, Arrimadas e Igea eligieron como relator a Juan Fernández Miranda. Juan acabó manteniendo el tipo estoicamente como el árbitro de un combate de boxeo. La cita no se retransmitió en ninguna de las cadenas principales porque el boxeo está mal visto. Es un deporte marginal, que es en lo que ha quedado Ciudadanos con sus diez diputados. Y eso que el combate llevaba mucha promoción, se vieron las caras los púgiles una semana antes para promocionarlo en Valladolid y casi llegan a las manos. Las dos palmaditas en el hombro de Arrimadas y aquel «sigue así, Paco, que lo estás haciendo muy bien» dolieron más que muchos golpes bajos. Los tuvieron que separar los medios de comunicación poniendo alcachofas de por medio para que no acabaran recreando lo de Tyson y el mordisco.
Fue Igea al debate con su visión unamuniana de que sólo él puede salvar España; y Ciudadanos. A Inés, que estuvo más ágil, de vez en cuando le da por suplir los argumentos por las modas y dice cosas como que ella sería la primera presidenta del Gobierno de España, si la eligen los militantes. ¡Toma mérito profesional! Inés Arrimadas que, de fiera y guapa, corre el riesgo de convertirse en «Daenerys Targaryen».
En Génova, entre tanto, comían palomitas: «Albert ha muerto. Larga vida al PP».