Guillermo Garabito - Apuntes al margen (crónica parlamentaria)
Sal a tu balcón
«Cada vez se construyen menos casas con balcones… Puede que este sea el motivo por el que cada vez quedan menos políticos que serían capaces de dar un discurso en un balcón, sin papeles, donde le vieran todos sus votantes»
Desde que a los ciudadanos no se les habla desde un balcón, ha perdido mucho el arte de la oratoria. Antes por lo menos al discurso, si no había discurso, le quedaba el balcón. Ahora las intervenciones en las Cortes de Castilla y León resultan un rosario con todas las letanías. No hay nada a donde aferrarse en lo aséptico del hemiciclo, en esta política lineal de pensamiento flojito. La capacidad de oratoria, ya digo, no es lo que era. Quizá, también, porque los políticos ya no quieren hablar, sólo quieren dar titulares porque es mucho menos comprometido.
Esto le ocurrió en el pleno de ayer a García Conde, único procurador de Vox. Fue a hacer una pregunta de control al gobierno y en vez de preguntar por algo de la región acabó dando un discurso leído sin comas, ni puntos, donde uno ya dudaba si pedía la defensa de la unidad de España o su inminente disolución. Más que una pregunta de control al gobierno de Mañueco resultó una pregunta para sí mismo. Uno de aquellos test de comprensión lectora que nos hacían en el colegio con extractos de ‘Moby Dick’ donde había que demostrar que se había entendido lo leído. Es lo que ocurre por hablar con papeles y sin balcón, que cuando uno se pierde en el papel no tiene ningún sitio más a dónde asirse.
Los balcones deberían de ser una obligación en todos los planes urbanístico modernos. Balcones abandonados, con tunos, con flores, con romances, con banderas de España o del Real Madrid. Cada vez se construyen menos casas con balcones… Puede que este sea el motivo por el que cada vez quedan menos políticos que serían capaces de dar un discurso en un balcón, sin papeles, donde le vieran todos sus votantes. Y ahí reside el discreto encanto de la democracia parlamentaria: que el común de los votantes no ve esto porque no está en el hemiciclo.
Del descalabro de intervenciones del pleno de ayer se salvó Francisco Igea. Estuvo llamativamente bien: templado y conciso. Pudiendo caer en el «y tú más»; a la pregunta del PSOE sobre su apoyo a un partido «carcomido por la corrupción» decidió responder con serenidad de vicepresidente para decir que ni todos los señores en el PP son corruptos ni, en los del PSOE, la Santísima Trinidad. Y todo ello sin papeles y con buen talante, que viste más que la dicción. Porque hay plenos que conviene reseñar las cosas importantes, como esta de la habilidad de oratoria de nuestros dirigentes. Preguntas hubo otras muchas, pero Castilla y León, tras la sesión de ayer, seguirá siendo Castilla y León.
Necesitamos grandes oradores o al menos balcones en los que volver a depositar nuestra fe. La catolicidad lo entendió y por eso el Papa Francisco sigue saliendo los domingos a la hora del vermú al balcón a la plaza de San Pedro. La política de ahora, que consiste en hacer soliloquios para los tuyos –bendiciones sin trascendencia–, debería de aprender todavía mucho del teatro. Romeo y Julieta se lo deben todo a un balcón. Y es que un actor con papeles está muerto. Por eso puestos a leer, lean sus señorías –aunque sea únicamente por servicio público– con entonación.