Guillermo Garabito - La sombra de mis pasos

Aprender a despedirse

«La vida es aprender a despedirse de un empleo, y después de otro y así cada cierto tiempo; cada seis meses exactamente»

ICAL

Las despedidas son tener en el pecho una novia lejana. Aprender a madurar, pero no mucho. A madrugar todavía me resisto, porque es la única forma de rebelión que le queda a la burguesía. Ahora que hace diez años de casi todo, resulta que también los hace desde que acabamos el bachillerato. Yo lo veo todo igual, pero sin uniforme. Lo celebrábamos ayer. Nos juntamos los que pudimos. No fuimos muchos -había casi más profesores-, pero nos dimos cuenta que en el fondo seguíamos siendo los mismos con trabajo, coche y novia. El resto estaban en Madrid y en Ucrania. Tener trabajo y novia indefinida -con amor romántico- es lo más parecido a la heroicidad que conozco estos días.

Pasa el tiempo y uno aprende también a despedirse de la picaresca . «El primer año después de salir del colegio nos fuimos todos a comer y como estábamos tan pelados, mientras el resto iba a pedir el segundo, nos fuimos a por gusanitos para llenarnos por euro y medio», relató alguien. Gloriosas confesiones de diez años después. Reunirse con amigos de hace una década que, sorprendentemente, siguen siendo amigos.

Aprender a despedirse es una constante en el siglo XXI . Cuando uno empieza a cogerle la postura al oficio, se acaba. Y lo mismo al colegio, a la secundaria, al bachillerato y a la carrera. Puede que con suerte por aquello que decía Umbral de que cuando uno le coge la postura a la vida, se muere . La vida es aprender a despedirse de un empleo, y después de otro y así cada cierto tiempo; cada seis meses exactamente. De un jefe que quiere salir por televisión. Y si eres «millennial» de tener un buen sueldo, una hipoteca y esos caprichos prosaicos que eran el camino más recto para parecernos a nuestros padres, pues en eso, a fin de cuentas, consiste la vida.

Despedirse es aprender a no anclarse a lo que hoy es seguro. A Renault , por ejemplo, que esta semana ha dado por primera vez en diez años -porque de todo hace diez años- resultados negativos. Pero como en todas las crisis los políticos piden calma. Quizá sea la calma de saber que Renault ya se ha ido, a Turquía , a Marruecos , qué más da… El caso es que irá a un nuevo país, exactamente al mismo que era España hace cincuenta años. Y no porque aquí lo sigamos subvencionando, les haremos cambiar de opinión. Aprender a despedirse es lo que hizo aceleradamente León con sus cuencas mineras, pero somos unos sentimentales y no queremos hacernos a la idea. Como nuestros políticos, que son unos ñoños y siempre posponen los traumas frotándose las lágrimas con billetes patrios y europeos que son pan para hoy -de unos pocos- y hambre para mañana.

Aprender a despedirse consiste en no acostumbrarse a lo de ayer: a tener trabajo y pedir segundo.

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