Guillermo Garabito - La sombra de mis pasos
Fun, fun, fun
«Las lucecitas, que cada vez son más horteras, son siempre una distracción de lo importante, un decirle al hombre dónde tiene que mirar»
Todos estos doctores de la Iglesia de última hora y esta Navidad sin Navidad. Relumbrón de luces, dispendio de brillos. Un carrusel sin villancicos en el que suena Camela y la ciudad lucha, con su castañera al fondo, por evocar algún fragmento de esta Navid ad. Las Navidades pasadas, que eran otra cosa, no este concurso municipal por alumbrar más. «La competición navideña por ver qué alcalde pone más luces nos permite valorar también qué alcalde tiene menos luces», escribe Soto Ivars. Las lucecitas, que cada vez son más horteras, son siempre una distracción de lo importante, un decirle al hombre dónde tiene que mirar.
Lo que queda de estas Pascuas es el belenismo y ya ni eso. Desde que el Papa Benedicto -XVI- abrió el debate sobre la mula, estos novísimos doctores de la Iglesia, profetas como Ada Colau , van dándole la vuelta al nacimiento y a si debe tener un «minion» o dos. Aquí en Valladolid hemos montado un Belén monumental inspirado en «Avatar» . Eso sí que es postmodernismo… Un belén «para mandar un mensaje ecologista», explican los responsables. Pero no han puesto a Greta en el portal . Se nos mezclan los mensajes; básicamente porque el Belén no es una croqueta donde cabe todo. Este revisionismo de rebajas me tiene hecho la picha un lío. Y a los niños no les quiero ni contar. Yo que pensaba que el cambio climático nos iba a extinguir, que es una forma mucho más directa de calar, y ahora resulta que nos va a volver azulones, como en el remake de los pitufos dirigido por James Cameron .
Yo vengo con ganas de Navidad en el ánimo y llevo, aquí bajo el abrigo, guardado el invierno para que no se enfríe. Y no queda más remedio que escapar de la ciudad estos días y huir al páramo. Huida de luces «LED» y lobistas del belenismo. Por aquí no pasa el tiempo. El nacimiento que aún no he puesto en La Mudarra es el mismo que ponía mi abuelo. Algo más mío, de adobe y musgo, a medio despoblar por la acción del hombre -y de los niños- de figuritas rotas y ovejas extraviadas. El buey está desconchado, al ángel le falta un ala, pero todavía no lo han invadido los «minions» y el discurso dominante. Qué pereza me han dado siempre los discursos en general y los dominantes concretamente.
En mi nacimiento cada vez hay menos figuras y se queda la paramera -que es la mesa del zaguán- más despoblada. El belenismo, como el arte, imita a la vida . O no. Porque aquí sigue naciendo cada 24 de diciembre -«¡Fun fun fun!»- el niño Dios . Y por estos barbechos ocres de la España vacía verían como un milagro que naciera un niño, aunque no fuese Dios.