Artes&Letras / Libros

Del género (negro) al arcoiris

Tras conseguir en 2018 el Premio de la Crítica de Castilla y León con «Akúside», Ángel Vallecillo regresa con «Hambrientos y cobardes», una novela difícil de encasillar

El escritor vallisoletano Ángel Vallecillo ICAL

JOSÉ IGNACIO GARCÍA

Si hay un escritor diferente, y dotado de un talento y una originalidad que no dejan de sorprender a críticos y lectores, ese es, sin lugar a dudas, el vallisoletano, aislado en Canarias, Ángel Vallecillo. Y esa capacidad innovadora, esa creatividad sin fronteras terrestres ni marinas, vuelve a ponerse una vez más de manifiesto en su nueva novela, Hambrientos y cobardes, publicada en esta ocasión por el sello asturiano Pez de Plata.

Tras conseguir en 2018 el Premio de la Crítica de Castilla y León con una obra de la talla de la monumental Akúside, Vallecillo regresa con una novela que nadie podría prever, una novela difícil de encasillar, que se plantea como si únicamente fuera a seguir una trama policíaca, un argumento clásico de género negro, pero que enseguida -como esos ríos caudalosos que no dejan de ensanchar su cauce gracias a la contribución de numerosos añadidos fluviales de menor calado- empieza a desbordarse para provocar un aluvión de colores que daña la retina del lector con sus continuos y deslumbrantes destellos, hasta crear un pantoné de cromatismos acuñados por el propio autor y que van desde un azul, que puede ser bogavante o petróleo o glaciar o papagayo o crepúsculo, hasta un verde estiércol o cieno o wasabi, pasando por un gris rinoceronte, un rosa capote, un marrón hígado, un amarillo mazorca o una escala de rojos marte, lava o lacre.

La presunta trama detectivesca se centra en «Ciudad», un escenario global que aglutina ámbitos, lugares o barrios que el lector podría identificar con parajes vallisoletanos, caribeños, neoyorquinos o de la India, y al que el propio autor califica como «una tierra arrasada por la hipocresía progre, el concilio vaticano segundo y la receta de la sopa de ajo». Esa idea de un espacio condensador y atemporal se aprecia también en el mestizaje toponímico de los numerosos y seductores personajes secundarios que navegan por esos afluentes que confluyen en el gran eje central que trata de desvelar el asesinato de Anne Liu, una joven superdotada, creadora de un algoritmo que Vallecillo bautiza como El Resplandor.

Para desentrañar el extraño crimen, emerge la figura de la teniente Wallace Sánchez, un personaje honesto y rutilante que no deja de crecer a lo largo de la novela, como le ocurre a otra mujer, Cristina Heredia, que enseguida enamorará a los lectores por su bravura y su carisma racial.

Vuelve a ponerse de manifiesto su capacidad innovadora y de creatividad

Pero Hambrientos y cobardes es infinitamente más que una novela coral y de género. En las postrimerías de la obra el autor cocina «unas patatas a la importancia guisadas en leche de coco y con pasta de curry verde», y esa imagen sirve para definir un argumento que viene y va por un laberinto de tabiques de papel que alejan o acercan en un parpadeo a los actores a un mapamundi sobre el que ponen de manifiesto teorías peculiares, las escasas grandezas y las miserias inabarcables del ser humano, su sed de poder o de venganza, su hipocresía, su vulnerabilidad moral y su afán por pasar por encima de preceptos jurídicos, de propósitos empresariales o de ideales políticos con tal de conseguir su objetivo final, sea lícito o no.

En definitiva, y puesto que los genios son incalificables, no incurriré en el desliz de intentar encarpetar una novela que va mucho más allá del negro policial, hasta dibujar un simbólico arcoíris que ofrece varias lecturas. Pero esas se las dejo a los lectores que no sean cobardes y que quizás se queden hambrientos de disfrutar -quién sabe- nuevos casos de la teniente Wallace.

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