Vicente Ángel Pérez - CORAZÓN DE LEÓN

Félix Pacho

Con la muerte de Félix Pacho desaparece no sólo uno de los mayores periodistas leoneses, sino también uno de los últimos referentes del periodismo

Con la muerte de Félix Pacho desaparece no sólo uno de los mayores periodistas leoneses, sino también uno de los últimos referentes del periodismo que durante décadas informó e ilustró a generaciones de españoles en épocas difíciles para la Prensa. Pacho Reyero pertenecía a ese periodismo de raza (y perdón por el tópico, pero hoy viene a cuento), que husmeaba la noticia, la perseguía, día y noche, hasta atraparla en sus fauces y, con un estilo literario que ya quisieran los modernos profesionales, transmitirla a golpes de «Olivetti» con el cigarrillo moribundo colgado entre la comisura de los labios. Sí, parece una escena de la película «Primera plana», pero hasta hace un rato (un rato de poco más de dos décadas) palpitaba un periodismo en el que no existía internet ni, por supuesto, Google, ni todos los demás inventos que tanto han dañado, a la vez que favorecido, al periodismo; como mucho, las redacciones contaban con un archivo de viejos recortes del periódico que, por lo general, poco ayudaban a la labor informativa. Había que patear las calles, hurgar garitos, exprimir la agenda telefónica para conseguir el dato que hoy, a golpe de clic, los nuevos periodistas tienen al instante.

Sirva esta añoranza de un periodismo que ya no volverá para recordar a Pacho Reyero, que acaba de ser enterrado en la Tierra de Campos que siempre llevó en el alma (nació en Calzadilla de los Hermanillos hace 83 años y descansa en el cementerio del limítrofe Bercianos del Real Camino). Y pese a sus amadas y prietas raíces leonesas, o tal vez por ello, Pacho Reyero voló pronto del León en el que había principiado su vocación periodística. Y aterrizó en el siempre incierto Madrid en donde se editaban tantos periódicos de fuste como ABC, Ya, Pueblo, El Alcázar... e Informaciones, en donde metió cabeza y llegó a ser director adjunto de este periódico que, al cabo, sería precursor del nuevo periodismo que estaba por llegar. Y a renglón seguido, responsable de la agencia Efe en Centroamérica, labor anónima, pero de extrema responsabilidad en una época muy convulsa en la zona. De regreso a España lo nombraron director de La Crónica de León, víctima de una encerrona por parte de unos empresarios que sabían de ladrillos, pero no de periodismo; de números, pero no de letras. «Lo comprobé el primer día, pero no abandoné porque había una redacción detrás», reconocería años después.

Hasta los últimos días de su vida Pacho Reyero ha estado unido al periodismo que alimentaba su vida. Era una enciclopedia viva que se desplegaba en las tertulias de la Casa de León en Madrid, de la que era su socio más antiguo. Siempre amigable, siempre generoso, siempre humilde, no parecía un periodista al uso, sino una buena persona alejada de la vanidad y de la soberbia tan propias, hoy día, de quienes se dicen periodistas.

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