Artes&Letras
Expectación de viaje
El pasado diciembre fallecía el poeta segoviano Luis Javier Moreno, cuyo legado permanecerá en la Fundación Jorge Guillén
El pasado 7 de diciembre, falleció en Segovia Luis Javier Moreno, uno de los escritores que, desde Castilla y León, ha ensanchado y dignificado la creación poética en España. Durante el mes transcurrido, medios y críticos diversos han ponderado su figura bondadosa y extraordinaria. También han valorado la obra, en donde pensamiento y corazón marcan una plenitud en la expresión artística. Ese trazado tan peculiar, entre otros registros, se cifra para mí en lo que el propio poeta llamaba una continua «expectación de viaje», y que su fértil memoria transformaba en verso plagado de resonancias magnéticas.
Siempre conocí a Luis Javier en ese viaje de esplendor, tanto en los libros que, como editor, tuve el privilegio de publicarle, como en la vida práctica. En los encuentros que propiciaba Antonio Carvajal en Granada -en su casa del «Suspiro del Moro»- se movía como pez en el agua. Aquí, con la parsimonia del hombre que dominaba sus recursos vitales, ponía en marcha Luis Javier todos los derroches de la celebración poética. «El primo» se olvidaba entonces de sus múltiples dolencias durante un mes entero, y se convertía en el paradigma de Plutarco: que el viajar implica un conocimiento olímpico y llega a ser tan importante como la vida misma.
Diez días antes de su muerte -justo cuando Luis Javier emprendía sin saberlo su último viaje- recibí una carta conmovedora, escrita en dos postales turísticas muy abulenses: la del Tostado y Santa Teresa. En medio de las sesiones de quimioterapia tan dolorosas, y en las que ponía toda su esperanza -«hasta ahora he pasado más tiempo en el hospital que en casa… ¡Qué frágiles somos, Antonio!»-, se interesaba el poeta por el futuro de sus escritos y archivo personal: «ya he comenzado a buscarte las cartas (y algunas fotos) para tu archivo (Archivo Fundación Guillén)… cuando tenga un lote apreciable de documentos me acercaré a Valladolid para dártelo todo en mano».
Nunca pudo hacerlo. Por encima de ofrecer resistencia «a la tenacidad de las polillas», le interesaba a Luis Javier la perduración de la amistad que, poéticamente, identificaba con «la intensidad del cielo». De este modo vibrante rubricaba la postal de su último viaje: «confío en que la vida os trate bien o al menos no se ensañe con vosotros… El aurea mediocritas horaciano sigue siendo la mejor aspiración en la que podemos tener una cierta confianza. Hasta pronto. Abrazos». Qué expectación de viaje la suya…