Artes&Letras
Un estofado de mucho provecho
Germán Díaz Barrio ambienta en Valladolid su última novela, con una trama policiaca entre ingredientes gastronómicos y corrupción política
«A fuego lento» es una novela sobre Valladolid, sobre su historia, su arte, sus gentes y costumbres, su alterne y sus diversiones, que tiene como trasfondo un robo en el despacho del alcalde mientras asistía a un pleno municipal donde se abordaba la seguridad ciudadana.
Ese párrafo tan esclarecedor encabeza la contracubierta de la última novela del escritor palentino, afincado en Valladolid, Germán Díez Barrio. Una novela difícil de encasillar, porque si bien su trama podría enmarcarse dentro del género policiaco que goza del favor de un sector muy determinado del universo lectoral, en realidad A fuego lento es mucho más que eso. En esta época en la que tanto se llevan los artículos versátiles, como esas navajas de bolsillo que son capaces de cumplir varias funciones a la vez, la novela de Díez Barrio no se mantiene ajena a esa moda, y cumple -como mínimo- un triple papel: el de entretener, formar e informar a los lectores que se abismen entre sus páginas.
La novela está apoyada en la figura de un detective nada convencional, de nombre Policarpo Pérez Santaolalla -Poli para la familia- y de Goyito, su fiel ayudante, a los que se unirá Alfonso, tío del detective, para convertirse en cicerone de lujo.
En realidad, en este caso, casi lo de menos es el argumento, que en contraposición al título de la obra discurre a un ritmo frenético, gracias a la capacidad narrativa del autor, que maneja una prosa muy digestiva (a pesar de las numerosas acotaciones y pinceladas explicativas), y unos diálogos ágiles y directos que dan mucho dinamismo a la novela. En este caso, lo que importa es que ese ritmo trepidante se verá frenado una y otra vez por abundantes digresiones que en ocasiones se convierten en exhaustiva guía hostelera -en la que aparecen numerosos establecimientos, con su ubicación exacta, sus propietarios y sus tapas o platos típicos- y en otras en un catálogo monumental e histórico de la ciudad, aderezado con ilustraciones de Miguel Ángel Soria, que retratan rincones emblemáticos de la urbe castellana. Y, por si no fueran suficientes los ingredientes aportados, la guinda de la tarta es un recetario de los guisos caseros cocinados por la tía Encarna, que los personajes se meten entre pecho y espalda a lo largo de una aventura que también aborda la crítica a la corrupción política y se sumerge, sin hundir mucho la cabeza, en los bajos fondos del mundo de la prostitución y de los garitos de alterne.
En definitiva, A fuego lento es una novela idónea para lugareños, y un plano muy práctico para turistas y visitantes que, llegados a Valladolid, quieran conocer la ciudad desde distintos vértices. Lo que sí es seguro es que su lectura, como los buenos estofados, dejará en todos ellos muy buen sabor de boca.