Guillermo Garabito - La sombra de mis pasos

Estimado «Mr. President»

«Puestos a meternos en política internacional mejor que la paz mundial -que ya está muy demandada- podían firmar una resolución para enviarle un peluquero a Kim Jong-un que haya estudiado peluquería de verdad»

GUILLERMO GARABITO

Hay resoluciones que se escriben como se escribe la carta a los Reyes Magos, que es un trámite anual indispensable por si suena la flauta. Y yo imagino a Donald Trump recién levantado con los pelos lacios -como un trigal falto de agua- mientras sale a recoger el periódico y el correo al jardín de la Casa Blanca. Después, mientras observa la correspondencia, se pregunta dónde está España y qué es Castilla y León. Y como los españoles somos así, seguro que le pedimos el favor en español… Para que nos entienda bien.

Últimamente llegan más cartas a Washington que a Laponia y las Cortes pedían esta semana al Gobierno de España que promueva ante el nuevo presidente de Estados Unidos recuperar el español en la página web de la Casa Blanca. Y yo les adelanto que pedirle nada a la administración Trump es como darse contra un muro. Menos, el español.

En esta tierra siempre nos ha llamado el océano y nos falta mar. Y nuestros políticos otean el otro lado del «charco» como si aquí no tuviéramos problemas que resolver. Pero los pueblos que se mueren como cipreses, muy quietos, los tenemos muy vistos y así sucesivamente. Puestos a meternos en política internacional mejor que la paz mundial -que ya está muy demandada- podían firmar una resolución para enviarle un peluquero a Kim Jong-un que haya estudiado peluquería de verdad. Y a partir de ahí el resto de temas que les preocupan a los habitantes de esta región.

Uno sopesa el interés de Castilla y León hacia fuera como si de puertas hacia dentro no tuviéramos bastante con lo nuestro. O quizá que la web de la Casa Blanca recupere el español entre sus idiomas sea un favor que quiere hacer la administración autonómica a los jóvenes que tiene que emigrar. Está el mundo como para quedarse.

Escribir una carta a Trump le hace replantearse a uno hasta las fórmulas de cortesía. «Cordialmente suyo». O no tan suyo.

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