«Estamos en una espiral en la que el insulto es el único recurso del político»
El catedrático de Lengua Española de la USAL y especialista en análisis del discurso, Javier de Santiago, critica que «la falta de educación y la descortesía» se haya instalado entre los profesionales de lo público y lamenta que esa «escalada» se traslade también a «la sociedad»
-¿Usted cree que el lenguaje de los políticos se ha vuelto más ofensivo y, si es así, a qué lo achaca?
-Lo es en los últimos tiempos, pero es algo que se da de forma cíclica. Si partimos de la base de que el argumento fundamental en política es el desprestigio del otro, el crear un estereotipo negativo del contrario con una argumentación maniquea en la que sólo haya buenos y malos, el insulto forma parte de la vida política. En otras épocas, como la Segunda República, era también bastante habitual. Lo que ocurre es que ahora, con esta desafección que hay hacia la política, el electorado muchas veces recibe mejor esa agresividad, con la que empatiza.
-¿Es cuestión de hacer propaganda o más de populismo?
-Es más populismo que propaganda, pero a veces también es un problema de educación. Desde el punto de vista lingüistico esto es una cuestión de cortesía o descortesía. Lo primero implica que tú debes cuidar la imagen del otro, intentar no dañarla y mantener la tuya propia y la descortesía es todo lo contrario, pero a veces tiene una enorme eficacia comunicativa. Prueba de ello es que cada vez se insultan más.
-¿La polarización de posturas e ideas «ayuda» a que se desprecie más al rival?
-Ahora la polarización es mucho mayor en la política porque también lo es en la sociedad. Estamos más distribuidos como en tribus, ya sea en las redes sociales o también en los medios de comunicación. En las redes sociales... somos más partidarios de una cosa y entonces estamos en contra del otro y eso provoca un lenguaje más agresivo. Las «fake news», la posverdad,... son estrategias muy agresivas donde realmente al otro se le difama abiertamente. Esto antes se usaba, pero no con la frecuencia que hay ahora porque las redes lo amplifican todo enormemente.
-¿Qué consejo le daría a los políticos más «agresivos»?
-Que sería bueno sosegar un poco el discurso. Esa escalada de enfrentamiento no lleva nunca a nada bueno y se traslada a la sociedad, donde también hay más violencia verbal. Los políticos deben dar una imagen mucho más serena, tienen que argumentar de forma mucho más razonada y dejar un poco las emociones al margen, aunque el lenguaje electoral sea emocional. Deben mantener la calma y volver a la concordia sin necesidad de estar insultándose constantemente. Hay una graduación en lo que es una declaración política. Tú puedes decir que algo no es lo que esperabas o que querías algo mejor o puedes decir directamente que es una puta mierda, que es mucho más ofensivo, grosero, agresivo y un agravio para el destinatario. Además, dependiendo de qué fórmula utilicen se modifica la percepción de la realidad.
-Por lo que dice, el ciudadano tampoco ayuda...
-El político percibe la desafección de la que hablaba antes y busca retroalimentar a su electorado y se aprovecha con un populismo por el que da al pueblo lo que quiere en lugar de educarlo. Hemos llegado a un punto en que cuando un político trata con excesiva dureza a un contrario la gente se alegra y cree incluso que es lo que hay que hacer.
-¿En el caso de Castilla y León es diferente?
-Es como en todos los sitios y depende de si hay más temas para el enfrentamiento. Hay momentos que se llevan mejor que otros. El presidente es un hombre bastante moderado y no suele soltar muchos exabruptos. El que está en la posición suele dar más caña, mientras que el que gobierna necesita también ser más prudente. Llamar por ejemplo a alguien imbécil, como ha sucedido últimamente en la política regional, es muy zafio y te rebaja al nivel más raso. Puedes decir lo mismo de otras mil maneras.
-¿Una solución para este problema?
-Parece que ser moderado, pues no es lo que se lleva. La gente tiene actitudes más agresivas y no sé cómo podríamos solucionar muy bien esto. Es una cuestión de educación y de sentido común.
-¿Y tiene algún aspecto positivo esta agresividad?
-No lo veo, porque lo que supone es que cada vez que un adversario diga cualquier cosa, sea o no positiva, inmediatamente se le ataca y se le denigra, con lo cual se escapa cualquier posibilidad de diálogo. Así no hay manera de crecer. Hay una indignación constante por las cosas más insignificantes, lo que hace que la realidad se transforme en algo mucho más extremo de lo que realmente es. ¿Si esto sigue avanzando «in crescendo» puede haber problemas serios? Pues puede que sí, y con tantas elecciones por delante y viendo que el insulto es muy efectivo... Los políticos no son tontos y tienen asesores y si se expresan así es porque consideran que es una técnica buena para conseguir el voto. Estamos en una espiral en que el insulto es el único recurso de un político.
-¿Podría triunfar hoy en día un partido que renunciara al menosprecio del rival?
-Podría porque hay parte de la población que está deseando que haya políticos con sentido común y que no solamente se dediquen a ser forofos de su partido y a ser enemigo aférrimo del otro.
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