Guillermo Garabito - La sombra de mis pasos
Esperando un milagro
«En León, últimamente, daban la cosa por perdida y ya no le ponían velas ni a los santos ni a los políticos, porque nadie confiaba desde hace semanas que el cierre de la empresa «Vestas» tuviera solución»
Juan Vicente Herrera tiene semblante de talla gótica, como de ser expresivo hacia dentro. Los hombres de aquí, castellanos viejos, son una extensión de la imaginería salida de estos lares con su expresividad y todo su mundo hacia dentro. Y cuando las cosas se ponen feas, se les organizan rogativas a todos los santos de los altares e incluso a los políticos, pues las manifestaciones en el fondo son las nuevas procesiones del trabajador, para pedir pan y preguntar -como Larra en Madrid- qué hay de lo suyo.
En León, últimamente, daban la cosa por perdida y ya no le ponían velas ni a los santos ni a los políticos, porque nadie confiaba desde hace semanas que el cierre de la empresa «Vestas» tuviera solución. Ya se encargaron los directivos daneses de que quedara claro que ellos se iban de León y a su gente que la asista el Cielo. Lo que ocurre con las procesiones es que, como ni los políticos ni los santos suelen hacer demasiado caso, uno ya las tiene por folklore popular. Cuando llegaron a Valladolid de Erasmus unos amigos alemanes y se encontraron la Plaza Mayor con pancartas y jarana de silbatos, mirándome afirmaron: «Ah sí, esto es muy típico en España, ¿no?». Como si de la Semana Santa o de una corrida de toros se tratase.
Con «Vestas», la cosa podría ser distinta. La esperanza es lo último que se pierde, incluso cuando los trabajadores ya se habían resignado a negociar el mejor despido posible con una empresa empeñada en irse, aun siendo rentable. Pilar del Olmo salió ayer a dar esperanza: Por una parte a las familias de los trabajadores y por otra a su posible candidatura al Ayuntamiento de Valladolid, que de tanto hablar de ella se le va a pasar la novedad y los tiempos. Anunció que hay un grupo de inversión extranjero dispuesto a comprar la empresa, mantener la actividad y a todos los trabajadores. Lo que ocurre es que, para darle más dramatismo al lienzo, «Vestas» no quiere vender. Ahora queda convencer a los daneses y probablemente a Madrid porque en el Ministerio de turno se rumorea que el futuro de la planta de CyL se la trae al pairo. En Madrid nunca están interesados en lo que pase por aquí. Ni nosotros, muchas veces estamos interesados en lo que pasa en estos lares. Que Herrera convenza a las partes parece un milagro.
Juan Vicente lleva unos cuantos años de despedida, con perfil bajo y presencia social justita; una retirada en diferido. Pero si al final se mantuviera abierta la planta y a la plantilla con empleo, sería una buena forma de cerrar su último Gobierno. Hasta el punto de acabar en un altar en San Isidoro en León por un milagro que ya todo el mundo daba por perdido. Un altar, vaya por delante, no es una puerta giratoria. O sí.