Antonio Piedra - No somos nadie

La España de Hamelín

«Entrar en ella es fácil, salir imposible: perded toda esperanza, niños, padres y abuelos»

Llegó la hora de tomar la tensión arterial a los votantes. Algunos políticos lo hacen con un tensiómetro que sirve para hacer teología disfrazada con la infancia: «Dejad que los niños vengan a mí y no se lo prohibáis, que de ellos es el reino de los cielos» , Lucas 18, 15. Así que pensando en su salvación parecen franciscos primeros: levitan desde la logia del Congreso, y reparten indulgencias con silicona: yo te abro con ganzúa la puerta del cielo y tú a cambio, criatura, me das el voto eterno. O sea, eternidad por eternidad que, los de mi pueblo, auténticos diamantes en bruto, lo traducen con esta formidable peineta: Yo duro y tú duro, ¿quién se llevará lo maduro?

¿Quién se lo llevará, españolit@s del mundo uníos? Pues Nicolás Maduro , que tiene amigos como Zapatero y que es mentor de Pablo Iglesias . Con éste se comunica con naturaleza infusa: a través en un pajarito caribe como aggiornamento de una Trinidad que se había quedado obsoleta. El leonés -a quien pagaremos la santa nómina madurísima hasta el último suspiro de su vida- ha vuelto otra vez a Venezuela para recibir instrucciones casi a pie de urna porque ama tanto la armonía, ¡¡achús!!, como el arrebol al gato. Lo comprendemos. Venezuela es el empíreo donde la paz y la justicia reescriben este sabroso pasaje de la Celestina: «Vale más una migaja de pan con paz, que toda la casa llena de viandas con rencilla». Es decir, hambre para todos por decreto. Vamos, que Zapatero esta vez tampoco se quedará en Venezuela.

Quien no puede abandonar España por una semana si quiera es Pablo Iglesias. Primero, porque en él descansa la construcción de la política progre como piedra angular hasta la consumación de los siglos. Si se ausenta para hablar con Maduro -aunque sea en la dulce intimidad que proporciona la lengua venezolana, y cuyos registros domina Zapatero-, el viaje sería una catástrofe. No puede, además, por educación. Asegura el líder podemita que el Papa Francisco I , por coherencia ideológica, está a punto de caer y pedirá, en breve, el ingreso apostólico en Podemos como en su día el general Julio Rodríguez . Y piensa: alguien tiene que estar de guardia para recibir el colosal patrimonio de San Pedro .

Es más, y en segundo término, Pablo Iglesias no puede faltar un solo día de la España de Hamelín por simple visión profética. Me refiero a esa que sale de la boca de los niños y que, a pesar de 5TV y de Ana Rosa Quintana , resulta inolvidable como lectura que incluye una moraleja. Todos han leído, como sus padres y sus abuelos, el cuento de Hamelín. Y saben cómo terminan esas musiquillas agradables: directamente en la cueva del infierno. Entrar en ella es fácil, salir imposible: perded toda esperanza, niños, padres y abuelos de Hamelín. Iglesias lo sabe, y no tiene más remedio que tocar la flauta con la calcomanía de Zapatero, Maduro, y Tsipras .

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