La escuela rural, un «escudo» frente al Covid

Los colegios más pequeños tienen ratios muy bajas y disponen de mucho más espacio que las aulas de ciudad, lo que les permite tener algo más de seguridad ante el virus

Niños esperan para entrar en el colegio público de Astudillo (Palencia) L. I.

M. Antolín

En muchas ocasiones se le ha visto como un «bicho raro» dentro del panorama educativo, pero en el escenario actual de pandemia ha pasado a ser envidiada. La escuela rural, la de los pequeños municipios, con pocos alumnos de distintos cursos agrupados, y que ha visto cómo muchas de sus aulas han ido cerrando por la despoblación, es ahora un «escudo»frente al coronavirus que hace que tanto docentes como familias estén un poco más tranquilos . Y es que todo lo que les distingue y podrían parecer inconvenientes, hoy se ha convertido en una gran ventaja que no tienen grandes ciudades ante el virus. Ni por asomo se acercan a las ratios máximas marcadas por aula por las que tanto se ha discutido antes del inicio del curso y aún sobra espacio después de separar los pupitres el metro y medio obligatorio que se ha establecido. Aún así, todas las medidas de seguridad se cumplen, los más mayores llevan mascarilla, el hidrogel es ya un elemento más de la clase y las entradas y salidas son escalonadas.

En Astudillo (Palencia), el colegio Anacleto Orejón tiene 40 alumnos. Su gran edificio ha ido mermando y parte de sus tres pasillos ya ha echado el cierre por falta de estudiantes. «No merecía la pena mantener abierto todo el colegio para tan pocos niños» , explica su directora, Adela Antolín, y aún así sigue habiendo espacio de sobra, algo muy cotizado en los tiempos que corren. «Aquí no tenemos problemas de distancia», relata, y están lejos de las ratios máximas —entre 20 y 25— marcadas por aula para este curso adaptadas a la pandemia. Todos los escolares de Infantil están agrupados en la misma clase y son 12, los de primero y segundo de Primaria forman un grupo de 7, tercero y cuarto también son 7, y los más numerosos son la clase de quinto y sexto, con 14. «Todos son como grupos burbuja porque cada uno está en su aula y no tiene contacto con el resto ni en el patio, que al ser grande está dividido en zonas», explica la directora, sobre una modalidad que a nivel general se ha establecido por parte de la Junta solo para los alumnos más pequeños, desde Infantil a primero de Primaria. Otra de las ventajas es que «son todos los que están», es decir, ellos son los únicos niños que viven en el pueblo y los mismos que comparten espacios en el cole lo hacen también fuera de él.

Menos riesgos

Los profesores sobrellevan «como todo el mundo» la situación y a la incertidumbre inicial ha dado paso una mayor sensación de tranquilidad. «Se dice que en los pueblos, al ser menos, tienen menor contacto, y hay menos riesgo», considera y, por el momento, no ha habido ningún caso en el centro ni tampoco aislados. Por eso, sí se sienten con «menor riesgo»; pero son muy conscientes de que no están libres de peligro. «Los padres trabajan y hay muchos que tienen hermanos mayores en el instituto» en Palencia, capital, una ciudad que tiene restricciones en aforos y reuniones por el elevado número de contagios.

Pero en Castilla y León existen colegios aún más pequeños —el mínimo establecido está en 3 o 4 alumnos— , en los que los riesgos bajan mucho más. Deza (Soria) ha conseguido reabrir este curso con cinco escolares. Se trata de menores que antes acudían una la localidad más grande, pero que ahora permanecen en su centro al incorporarse una niña de 3 años.

Los cinco estudiantes, dos de Infantil y 3 de Primaria, comparten aula junto a su profesora, Sara de Lucas. Pese a ser muy pocos, son conscientes de que hay que estar en guardia y mantienen distanciados sus pupitres con dos metros, llevan puesta su mascarilla, no falta el hidrogel y en los pasillos el suelo está señalizado con los recorridos que se deben seguir.

«Las consignas que les damos ahora son que no deben compartir el material o, si no queda otro remedio, que hay que desinfectarlo después» , explica la docente. Este municipio soriano de unos 100 habitantes vivió un susto durante el verano, cuando se detectó algún caso, pero no ha vuelto a registrarse positivos y eso les aporta tranquilidad. Como también lo hace que sean los mismos niños los que acuden al centro y los que más tarde juegan en el pueblo juntos.

«En las circunstancias en las que están las capitales ahora mismo, tener tan sólo cinco alumnos es una tranquilidad», relata la profesora, quien asegura que ya han sido varios los compañeros que le han trasmitido que preferirían estar en su situación porque a día de hoy «es un desahogo»y «un lujo».

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