Reportaje

Entre rejas en un «agujero»

Un total de 29 castellano y leoneses cumplen condena en cárceles en el extranjero, la mitad de ellos en alguna de las más peligrosas del mundo

Presos en la prisión peruana de Sarito Colonia, en el Callao (Lima) ABC/ F. BLANCO

Hacinados, durmiendo en las escaleras -y pagando por ello-, compartiendo la comida de 500 entre tres mil, olvidando el concepto de un médico y teniendo que someterse a las normas de las mafias tras unos muros en los que impera la «ley del más fuerte». Es el «agujero» en el que se despiertan cada día los presos de las cárceles más peligrosas del mundo, por cuyas celdas han pasado decenas de castellano y leoneses. Actualmente, son 29 los ciudadanos de la Comunidad que se encuentran privados de libertad en el extranjero, más de la mitad en cárceles sin recursos, ni higiene, ni sanidad, ni normas... Perú o Bolivia son algunos de esos destinos en los que tratan de sobrevivir, llevando al extremo al cuerpo humano y pasando desapercibidos entre los poderosos y armados reos que mandan entre rejas.

Y es que en la inmensa mayoría de casos los castellano y leoneses que se encuentran en prisiones de Sudamérica, Tailandia o La India, aquellas que están en perores condiciones humanitarias, son «lechones», explica Javier Casado, de la Fundación +34 -con sede en Valladolid-, que asiste a los españoles que están en prisiones fuera de nuestras fronteras. «No son de los más fuertes» porque no forman parte de las altas esferas de esa minisociedad delictiva que se configura en el interior de un centro penitenciario. Se trata de personas que nunca habían pisado un calabozo, no tenían ni multas de tráfico, pero la crisis les azotó y tomaron la decisión de hacer de «correos». Su maleta con drogas fue interceptada y ellos encerrados con integrantes de mafias y bandas que mandan más que los directores de las cárceles.

Se les conoce como los «disciplinas» y si desde la Fundación quieren ayudar a un reo tienen que hablar con ellos, que son los que autorizan que un preso reciba unos míseros calcetines, que es, precisamente, el paquete que esta semana llevará el secretario general de la Consejería de la Presidencia, José Manuel Herrero, a las prisiones de Perú en un viaje que realizará a Sudamérica -que también incluye parada en Argentina y Chile- y que, entre otros asuntos, contempla la visita a varios reos. In situ comprobará las «necesidades» que hay en esas cárceles, donde el problema no es de la prisión es del país.

«Cuando venían para la cárcel ¿había carretera? ¿La gente tenía casas? Hay mayores deficiencias», comenta Casado que les advirtieron en una prisión sudamericana, donde dejaron claro que allí no hay recursos, pero «ayúdenles ustedes», les dijeron. Sin embargo, en la mayoría de los casos las familias de los presos no les pueden mandar nada porque precisamente ellos cometieron un delito a cambio de llevar a casa un dinero que escaseaba.

De ahí la «necesidad» de reclamar ayuda a las instituciones, señala Casado, quien celebra que Castilla y León haya sido la primera Comunidad en contemplar una partida para asistir a este colectivo -le han seguido Galicia y Canarias-. 10.000 euros ha sido el presupuesto, con el que, de momento, se ha conseguido que «una abulense presa en Sudamérica con un cáncer haya recibido su primera asistencia sanitaria y ahora tenga esperanza de venir a España a cumplir condena», el segundo reto que se plantean en +34.

Así, el fin de la Fundación es doble. Por un lado, procurar que tengan los presos asegurados sus derechos humanos. Lo hacen a través de una red de voluntarios, desde médicos a amas de casa que llevan comida a las prisiones o que les «acompañan». A veces, simplemente les arranca la sonrisa «saber que ha ganado la Ponferradina», poder leer durante meses un ejemplar de un periódico local de su ciudad o cumplir con un trabajo que permita ver cada día el Telediario de TVE. La segunda meta es negociar el regreso del reo para que siga cumpliendo condena en España, un trámite que de media lleva un año y medio y que en algunos casos se enquista -incluso se pierden los documento en el camino, como ocurrió en Senegal, con la consiguiente ampliación de la estancia en el «agujero»-.

Perú ha sido un caso particular. Actualmente, es donde más reos castellano y leoneses hay en el extranjero. Forman parte de una colonia carcelaria de más de 350 españoles, «tantos como hay en Villanubla», destaca Casado. El motivo no es que el «correo» a este país haya sido más intenso, sino que el anterior Gobierno quiso «dar ejemplo» y dictó que a quien «cogieran» cumpliría la condena íntegra, de manera que el regreso ha sido imposible. Ahora las tornas han cambiado, el objetivo es reducir el hacinamiento y la salida de sus centros penitenciarios se ha facilitado.

Libertad

¿Y una vez libres? «El problema no acaba. Nadie les paga el billete. Sus familias no pueden» y se tienen que quedar allá donde hayan cumplido condena. En un pueblecito en Perú hay dos españoles que tienen un puesto de perritos porque no pueden costearse su vuelo de regreso.

Las cárceles americanas suman 15 castellano y leoneses entre sus rejas. Siete en Perú, dos en Argentina y Brasil y uno Bolivia, Ecuador, Colombia y República Dominicana. A ellos se sumarían dos en prisiones conflictivas de La India y Marruecos y otros doce entre Alemania, Francia, Italia, Portugal, Reino Unido, Rusia y Australia.

A parte de esos 29 reos en el extranjero identificados hay otros tantos que «no constan». No quieren que se conozca su situación. Por «vergüenza», se gastan sus escasos fondos en llamar todas las semanas a su madre «y decir que están bien. Su familia cree que están trabajando y felices. Prefieren alimentar su mentira antes que comer ellos».

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