Ignacio Miranda - Por mi vereda
Entre ocas y progres
Miguel Mateo «Miguelín« fue un relevante torero de los años sesenta, criado en Algeciras, muy completo en los tres tercios y gran lidiador. Harto del ninguneo de las empresas a pesar de sus triunfos, saltó de espontáneo una tarde en Las Ventas -San Isidro de 1969- para denunciar esa marginación ante una res de escaso trapío que correspondía a El Cordobés. Todo un valiente gesto del agraviado diestro, vestido de calle con traje y corbata, para manifestar su absoluto desprecio a la figura de la época frente a los astados de indecorosa presencia que «toreaba».
En Castilla y León tenemos a otro «Miguelín» que también ha saltado a primera plana por haber sufrido un veto. Miguel Espinosa, el peculiar pastor y hortelano palentino que durante una década ha guiado con destreza su hato de ocas en la Cabalgata de Madrid para regocijo de niños y mayores, no ha podido hacerlo este año. La inefable señora Carmena, junto a la escuadra/staff de palafreneros progres que la rodea, ha decidido prescindir de su manada de anátidas domesticadas para evitarlas estrés.
Adiós por tanto a su lustroso plumaje blanco por la calle de Alcalá, vía pecuaria desde los tiempos de La Mesta, y a sus impresionantes graznidos en formación con las dos únicas ayudas que utiliza «Miguelín»: su voz y una tralla o varita de mimbre para animarlas a avanzar, manejadas ambas con la maestría de los antiguos hombres de campo. Porque detrás de ese espectáculo hay muchas horas de dedicación, tacto y cuidado de los ánsares. Andar entre animales, conocerlos y lucir sus cualidades es un don al alcance de pocos, ya seas arriero, jinete, vaquero, yegüerizo, mayoral, esquilador, porquero, cazador, albéitar o mozo de cuadra. Un arte al que no se oposita. A ver si se enteran los indocumentados urbanitas que gobiernan Madrid y otras ciudades.