Ignacio Miranda - Por mi vereda
Entre dos aguas
Lo ocurrido en Cs Castilla y León demuestra que la militancia está ahí, como sociedad civil vigilante para evitar el abuso
La moda generalizada de las primarias está proporcionando capítulos gloriosos en las últimas jornadas. Cuando el PSOE apostó por este sistema entre su militancia, a finales de los años noventa, ya hubo rifirrafes entre Almunia, del aparato, y Borrell, a su aire, hasta el punto de que en alguna sede no dejaron entrar a este último, con escenas tan poco edificantes como ver al ingeniero pronunciar sus palabras ante los afiliados en la calle, subido en taburete. Porque la elegancia frente al contrincante de la misma formación cuesta un triunfo ponerla en práctica, que todo está condicionado por las familias, los hierros, las procedencias, en plan las doce tribus de Israel.
Muy revueltas bajan las aguas en Ciudadanos, sección Castilla y León. Las votaciones para elegir al candidato a presidir el Ejecutivo autonómico, entre Clemente como fichaje estrella de la Brigada Paracaidista y el infatigable diputado Igea, se han saldado con un burdo pucherazo en el voto telemático detectado por los propios afiliados, en favor de la primera. Durante la madrugada del sábado, entre gintonic y música de discoteca, alguna mano siniestra urdió maniobras irregulares para entronizar a la primera. Un baldón intolerable en un partido que hace de la regeneración democrática y la transparencia su principal seña de identidad. Porque, en definitiva, supone una vuelta al pasado, ya sea al caciquismo decimonónico o a una trampa de origen carpetovetónico.
Tan bochornosa jugada puede tener consecuencias judiciales. Según el Código Penal, manipular un documento para introducir falsedades que perjudiquen a un tercero conlleva condenas de seis meses a dos años de cárcel. Vamos, que no es una broma. Lo ocurrido ha demostrado que la militancia del partido está ahí, como sociedad civil vigilante para evitar el abuso. Al final surge la pugna de siempre, entre el aparato omnímodo y los afiliados valerosos. Y Rivera, muy confundido por esos aduladores que le hacen creer que es el Kennedy español, nada hace tiempo entre dos aguas. Antes incluso de que apareciera la sobrina del genial guitarrista de Algeciras.