Las empresas, ante los paros: naves llenas y «retrasos»

Los responsables de dos compañías de Castilla y León cuentan cómo les afecta la huelga del transporte, que ha ocasionado desde demoras ocasionales a la ausencia total de camiones cargados con material

El gerente comercial de ULSA, Javier Gómez Salamanca, en instalaciones de la empresa ABC

Clara R. Miguélez

El miércoles 9 de marzo ya se oían rumores, rememora María José Tapia García, al frente de la empresa de Naturpellet, en Sanchonuño (Segovia). Poco a poco, empezó a faltar algún camión, y para el lunes siguiente, ya no venía ninguno. Lo ‘normal’ eran veinte diarios cargados de pellet, astilla o viruta seca. Ahora la producción no ha parado, porque habían guardado leña, pero los sacos se amontonan en los almacenes de la firma de combustibles de madera. Nada. «Con anterioridad habíamos subido los pagos a los transportes por el incremento de costes que estaban atravesando, igual que aumentamos el precio del producto final cuando la madera llega más cara», razona la directora, «pero trabajamos con muchos autónomos y a día de hoy sigo sin tener a nadie que me cargue . Nos llaman disculpándose porque les asusta salir y perder su medio de vida», lamenta, refiriéndose a los piquetes, a «ruedas rajadas» o «lunas rotas».

Su experiencia es sólo una de las muchas que manejan estos días todo tipo de compañías castellano y leonesas . Mientras, la situación provocada por los paros de transportes es más llevadera en Comercial Ulsa, una casa vallisoletana que distribuye suministros industriales y ropa de trabajo a toda España. «Estamos registrando algunas incidencias tanto con el material que nos llega como con el que enviamos», explica su gerente, Javier Gómez Salamanca. Son menos en las llegadas, eso sí. «Sin embargo, tenemos problemas en el 30% de las salidas de material», algo que resume que de momento les pesa en «retrasos» y no en pérdidas.

Clientes «comprensivos»

«Esta es una huelga que todos comprendemos, hasta cierto punto, y en la que creo que el que quiere trabajar lo está haciendo», sostiene Gómez, que no ha notado miedo ni inseguridad pero que sí matiza que ellos pivotan entre empresas de paquetería, camiones y cinco furgonetas propias, de modo que su material trabaja con más de un tipo de transporte.

Empezaron a detectar problemas en torno al jueves 17 de marzo. El gerente indica que tienen constancia de la salida del material de la provincia, pero luego algunas plazas se complican y ciertos envíos quedan varados en almacenes intermedios, como le ha pasado con un par de portes a Córdoba y Cuenca, que salieron hace una semana. O con un piquete en La Cistérniga (Valladolid), que se tradujo en un día de más en la entrega final. Aunque no pueden cumplir con sus plazos habituales, los clientes están siendo «muy comprensivos».

En el caso de Naturpellet, preocupa «no llegar» a casas de clientes «ahora que hace frío». «A nosotros se nos va a colapsar la nave de producto, si no se nos acaba la madera antes, pero es que como consecuencia de eso los consumidores no tienen su calefacción», subraya. Tapia comenta que han intentado llegar a algunas residencias cercanas para abastecer sus sistemas, pero que tienen «desesperado» a su principal cliente, Leroy Merlin, ya que la subida de los costes de la electricidad había ocasionado que muchas familias se pasasen al pellet para ahorrar, con lo que el volumen de demanda es grande. Por ahora, tienen «unos 300.000 euros en pellet parados y a la espera», pero saben que su negocio es de temporada. «En el momento en el que salga el sol, nadie lo quiere, todo lo que podemos desde ahí es guardarlo para el año siguiente».

En Comercial Ulsa no han dejado de intentar minimizar el impacto con un par de estrategias . Por un lado, cuando «se veía venir» redoblaron sus ‘stocks’ en artículos de mucha rotación, fundamentalmente guantes y artículos de protección laboral de manos y otros relacionados con la pandemia, como las mascarillas. Por otro, han pasado a recoger y cargar material por la mañana en vez de por la tarde, después de que sus transportistas les comunicaran que en este momento esa rutina vespertina «es más difícil».

«Como nuestros productos no son perecederos, podemos aguantar más que otros sectores si las cosas no se tuercen más» , relativiza Gómez. Gafas o equipaciones suelen tener cierto margen de recepción, y es quizás la maquinaria la que hace falta con más rapidez, cuenta. Mientras todo se quede en retrasos y no vaya a más, confían en recuperarse en «menos de una semana» si la huelga termina, ya que habitualmente dan servicio en 24 o 48 horas y sus rutas recuperarían fluidez.

Otro gallo cantaría para la empresa que dirige María José Tapia de prolongarse la ausencia del transporte. «Somos conscientes de que las empresas no somos las únicas afectadas, pero no podemos seguir soportando esto, ya estábamos demasiado tensionadas por la luz, la pandemia, la guerra... Muchos no han aguantado y muchos no aguantarán», considera.

Las escoltas del Gobierno, según argumenta Tapia, no son suficientes: «Está muy bien para un camión, pero van cincuenta, que en algún momento se tienen que desviar a su destino y luego volver solos», indica. «Nadie se atreve a que le vean con el camión porque le tachan de traidor».

Así las cosas, la directiva es una de las que, agrupada en Empresa Familiar Castilla y León al igual que Ulsa, exhorta al Gobierno a pasar a la acción y a los manifestantes a descartar el uso de la fuerza. «Su queja es lícita y tienen toda la razón del mundo, pero hay que condenar la violencia por encima de todo, y el que no pueda o no quiera parar está también en su derecho», defiende.

En ese sentido, su visión estaría en consonancia con lo que pidió hace unos días la asociación a la que pertenece: renuncia a la violencia por parte de los transportistas y que el Ejecutivo tome medidas urgentes. Entre ellas, la reducción inmediata de los impuestos vinculados a los costes energéticos, incentivar los sistemas de autoconsumo o gestionar los altercados de forma uniforme a nivel nacional.

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