Empresa familiar

Es una excelente noticia que la Empresa Familiar de Castilla y León funcione como funciona: de manera ejemplar. Renovación sin excesos de personalismo ni egos, conjunción de fuerzas en pro de un objetivo común y satisfacción de la mayoría de los socios por el trabajo realizado (o esa es, al menos, la sensación que me transmite uno de los más importantes empresarios de esta región). La empresa familiar en Castilla y León es, de alguna manera, el reducto en el que sobrevive el genio creador, la vis emprendedora de los castellano y leoneses. Algunos de nuestros empresarios «familiares», además, han logrado ser referencia no sólo nacional, sino mundial, en sus respectivos sectores. Y su arraigo y compromiso con la tierra de nación dan esperanzas a muchas familias conscientes de que mañana es difícil que decidan trasladar sus centros de producción a China o a Marruecos.

Contrasta esta buena noticia con la del anunciado cierre de Lauki por parte de la multinacional francesa Lactalis. Es lógico que, ante una noticia como ésta, salten las alarmas primero entre los trabajadores y sus familias, y después -o al mismo tiempo- en las criptas políticas. Aunque una empresa o una multinacional es muy soberana de decidir dónde y de qué forma quiere conducir su negocio, anuncios como éste ponen en evidencia la escasa protección que desde las distintas administraciones han tenido siempre las empresas españolas, a todos los niveles. En otros países la pérdida y cesión del control de las empresas y, sobre todo, de sus capitales está muy limitada, incluso, por ley. Sirvan como ejemplo, el modelo alemán -el ejemplar mittelstand-, el estatalista proteccionismo francés o el ultravigilante británico. De poco sirve ahora llevarse las manos a la cabeza. Ya es tarde. Mejor nos hubiera ido protegiendo lo nuestro, esa alma familiar de muchas empresas, de toda la rapiña multinacional. Cigarrita española...