Emprendimiento: un mito salmantino de jabón

Andrea Cantero ha hecho pastillas jabonosas de la calavera y la rana

Andrea Cantero en su establecimiento de jabones D. ARRANZ

NUNCHI PRIETO

Los hay de color rojo, naranja, rosa, amarillo, azul o verde y de diferentes fragancias. Son jabones que representan uno de los atractivos turísticos de la fachada plateresca de la Universidad de Salamanca. Se trata de la rana y de la calavera que la sostiene en la portada del Edificio Histórico y sobre la que se han vertido numerosas teorías, aunque todo apunta a que no es más que un elemento decorativo, si bien la leyenda cuenta que el alumno que fuera a estudiar y la encontrara tendría suerte, aprobaría sus exámenes y se casaría.

Convencida de que «iba a salir bien» primero fabricaron jabones en forma de rana -verde, por supuesto- y después de calavera con batracio incluido, asegura la emprendedora Andrea Cantero, gerente de la «Mansión del Jabón de Marsella», negocio familiar situado en la Rúa Mayor especializado en productos vinculados con el jabón, la cosmética natural y el cuidado de la piel.

Contenta de la aceptación que está teniendo el souvenir, sobre todo con los turistas, afirma que la primera partida les llegó en Semana Santa y que a los dos días se les acabó. De mente inquieta y siempre con ganas de idear cosas nuevas, Cantero revela que próximamente harán aún más atractiva la presentación del producto «poniéndole una etiqueta con el significado que tiene la rana con su bolsita de regalo correspondiente», presentación que, según confiesa, está siendo muy demandada.

D. ARRANZ

Fabricados por una empresa de Segovia, los colores más demandados de los jabones son el verde, el rosa y el azul «normalmente se usan para las manos o como decoración en el baño para que vayan soltando las fragancias».

Así, los de aromas fuertes como lavanda o manzana se pueden emplear como ambientador, mientras que los de las manos llevan aceites vegetales como de oliva y luego, glicerina. «No tienen ninguna propiedad, pero se puede usar para las manos, no tienen nada que pueda hacer daño a la piel», explica la empresaria.

En el catálogo que actualmente está a la venta se pueden encontrar aromas provenientes del aceite esencial de lavandín grosso, jabón de Marsella, musk (almizcle), fragancias de jazmín o de frutas como la manzana, frambuesa, naranja o piña. «Les gusta, es muy bonito, les llama la atención y es como un gancho para que el público entre y vea el contenido del resto de la tienda», percibe Cantero cuando el visitante accede a su tienda.

En todo caso, sostiene que los jabones, en general, es algo que «gusta mucho» y que tienen clientes desde el primer día que siguen «viniendo a por los suyos -incluso algunos nos piden que se los mandemos- porque son buenos y naturales, se pueden usar para el rostro y el cuerpo e incluso algunos para el pelo y es un jabón duro que puede durar uno o dos meses en función del uso que se le dé».

Andrea Cantero, de origen iberoamericano, en concreto de Paraguay, pero con residencia de hace varios en Segovia, se implantó en Salamanca por casualidad tras haber realizado un viaje a la capital salmantina. Sus ahorros, la financiación bancaria y el apoyo de su familia le han posibilitado instalarse en una de las calles más turísticas de la ciudad que este año celebra el VIII Centenario de su universidad y el trigésimo aniversario del nombramiento como Ciudad Patrimonio de la Humanidad por parte de la Unesco.

Reconoce que le ha costado «un poco», pero que el negocio va bien, se están manteniendo y piensa que va a mejor, sobre todo, de cara a los meses de verano. Además «siempre intentamos innovar y no estancarnos y quedarnos en solamente jabones, siempre intentamos traer más cosas».

La tienda acaba de cumplir un año aunque Cantero llevaba seis meses trabajando en la franquicia que su hermana posee en Segovia desde hace casi tres. «La Mansión del Jabón de Marsella» está en la calle Juan Bravo de la capital segoviana y también en este caso pusieron a la venta una pastilla decorada con el acueducto.

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