A veces llegan cartas

A veces llegan cartas... y comunicados. La importancia de las dos cartas enviadas por Isabel Díaz Ayuso a la administradora de RTVE, Rosa María Mateo, y del comunicado público difundido hace pocos días por el Ejecutivo madrileño reside en expresar una justificada indignación por el reiterado sesgo informativo que respecto a Madrid emplea la televisión pública al hablar del coronavirus. Un sesgo con el que se empeña en responsabilizar a las autoridades autonómicas madrileñas de negligencia y de las peores consecuencias de la crisis.

Las cartas y comunicados de Ayuso han sido trending topic en las redes sociales no sólo por la importancia institucional de la remitente, sino también por la convicción social de que su denuncia es tan contundente como cierta, de que sus quejas están respaldadas por la evidencia diaria, de que la gravedad de la intentona, como ella misma escribe, «ha pervertido la vocación de servicio público de una televisión que debía ser de todos». Es verdad.

Hay una premeditada estrategia en RTVE de endosar a la Comunidad de Madrid la irresponsabilidad e ineficacia del Gobierno de Pedro Sánchez frente a la pandemia y hay también en paralelo una insultante frialdad y desdén ante las críticas que recibe la Corporación por esta dependencia. Sin la menor autocrítica, se entregan al afán de La Moncloa por sacudirse el problema. Y lo hacen siguiendo el manual de la manipulación: la forma es más sinuosa que bronca, pero más grosera que inocente. Y el fondo es miserable se mire por donde se mire.

Como les ha recordado en directo Antonio González Terol, manipulan cuando entrevistan a un portavoz de los enfermeros que resulta ser de Podemos, o a un portavoz de los psicólogos que resulta ser de Podemos, o a una portavoz de los pensionistas que resulta ser de Izquierda Unida. Manipulan cuando difunden datos falsos sobre la sanidad madrileña en Twitter que tienen que rectificar después en letra pequeña. Manipulan cuando encargan a Carlos Bardem una serie cómica sobre el coronavirus mientras se niegan a poner un crespón negro en homenaje a los muertos como ha pedido el PP. No extraña que ocurra con un Gobierno cuyo vicepresidente afirmó abiertamente que quería controlar la televisión pública, o cuyo presidente utiliza sin sonrojarse para sus fines partidistas el CIS o la Fiscalía General del Estado. Pero no por ello deja de indignarnos.

La presidenta de Madrid ha resumido en unas líneas (por tres veces en un mes) lo que muchos españoles pensamos sobre el arrebato demostrado por RTVE contra el sentido común, los datos, la neutralidad informativa y la verdad de las cosas. Tienen asumido en la Corporación, erróneamente, que esta deplorable actitud no tiene consecuencias. Total, deben de pensar, la administradora única de RTVE está de paso (sin el menor futuro ni proyección); el liderazgo informativo es irrecuperable; el crédito público no pasa de asociarle a una cadena de propaganda del Gobierno, orillando a muchos profesionales serios por no comulgar con ruedas de molino. ¿Qué más da tres que treinta cartas?

Los españoles ganaremos al virus, volveremos a recuperar nuestra libertad de movimientos, seremos más sabios a la hora de enfrentarnos a crisis sanitarias en el futuro, pero será difícil olvidar el auténtico papelón que servicios públicos esenciales como el de RTVE hicieron durante este tiempo, entre tantos ejemplos encomiables, en el que pudo más el sectarismo que la neutralidad informativa y el rigor.

A diferencia del célebre coronel de García Márquez, Rosa María Mateo sí tiene quien le escriba. Más le valdría leer detenidamente las cartas que recibe y tomar buena nota de lo que le dicen.

Eduardo Carazo es portavoz del PP en la comisión para el control de RTVE