Guillermo Garabito - La sombra de mis pasos
La edad de las Edades
«La propuesta de repensar las «Edades», que nadie puede negar que han perdido fuelle -aunque no ilusión-, entra dentro de lo lógico después de casi treinta años de proyecto»
Cuando dicen que aquí somos gente de costumbres no hace falta darles siempre la razón. Llevar la contraria, más que para tocar la moral, puede estar bien como fin en sí mismo. como método filosófico incluso. Aunque hay asuntos en los que conviene meditar. No una meditación «zen», ni una contemplación mística -que es más de la tierra-, más pienso en algo burocrático y banal. Ir dándole una vuelta a los temas antes de que los temas terminen por voltearle a uno. Quizá sea cierto que a estas alturas haya que ir repensando las «Edades del Hombre» precisamente para no exprimir hasta la extenuación el proyecto y encontrárselo un año cualquiera muerto de inanición.
En esta tierra el arte no se acaba nunca, es como el París de los años veinte. Pero y si… «¡Castilla, no es inagotable! Ni España», me dice José Jiménez Lozano. La gracia del barroco es que es «la profundidad hacia fuera», como dijo Alberti y ese fuera -por suerte- cayó en gran parte por estos lares. Antes ocurrió lo mismo con el románico y el gótico. Suerte que la Historia -y Juan de Juni- pasaban por aquí.
Tener costumbres le mantiene a uno vivo pero no conviene tener entre ellas la eternidad, más que nada por no terminar decepcionado. El proyecto de las «Edades» fue el éxito de don José Velicia y el Premio Cervantes entre otros. Devolverle los fulgores a muchos oros ahumados y olvidados o resucitar resucitados, valga la redundancia. El riesgo, me dice desde Alcazarén, es «como dicen los franceses: el aburrimiento de contarlo todo».
La edad de las «Edades» es una cosa a tener en cuenta. El problema de hoy son las expectativas, que son altas. «Nosotros no teníamos muchas pretensiones y quizá por eso salió bien», cavila Jiménez Lozano. Por eso la propuesta de repensar las «Edades», que nadie puede negar que han perdido fuelle -aunque no ilusión-, entra dentro de lo lógico después de casi treinta años de proyecto. Son cosas de la edad.