Diputaciones

Se ha comentado después de las elecciones que los partidos no habían entendido el mensaje: diálogo y consenso. Tras escenas esperpénticas que ofrecerían abundante material al «cráneo privilegiado» de Valle Inclán, cuando dos partidos pactan en la dirección del mandato de las urnas, son contestados desde los propios partidos (el PSOE) o desde los que no se avinieron a negociar (PP, Podemos y demás siglas). Solo C’s ha mantenido una coherencia en este proceso, lo que le convierte en pieza a cobrarse desde los partidos tradicionales o Podemos. Todo este aquelarre, al que se suma el protagonismo de la UCO adquirido en las últimas semanas, traerán una campaña distinta en primavera, porque ni mañana ni en la segunda votación saldrá Sánchez, según mis previsiones (me gustaría equivocarme por la gobernabilidad del país y por tres temas esenciales que se enquistarán, economía, jefatura del Estado y Cataluña).

El pacto, acaso porque ni C’s ni PSOE crean en su implementación, contiene muchas cesiones, las lógicas en dos partidos alejados ideológicamente en temas sustantivos y un punto de coincidencia, la supresión de las Diputaciones. PP y los políticos orgánicos del PSOE han coincidido en señalar este dislate, en su opinión. Sin embargo, un país moderno no necesita esta institución, aunque sí sus servicios: quizás este es el punto en el que los arriba pactantes no han realizado pedagogía. Las diputaciones, lo saben bien quienes se rebelan por su supresión en ambas Castillas y Andalucía, son un granero de votos cautivos rurales. Transformarlas en unidades administrativas sin suprimir funcionarios ahorra, sanea el sistema, no elimina pueblos y evitaría duplicar servicios con las delegaciones territoriales de las Comunidades.