Diez claves del voraz incendio de sierra de la Culebra

El fuego ha consumido más de 30.000 hectáreas entre críticas por el operativo

Los bomberos forestales luchan contra las llamas en el incendio de la Sierra de la Culebra AFP

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Más de 30.000 hectáreas reducidas a cenizas en poco más de tres días. El incendio que ha fundido a negro la zamorana Sierra de la Culebra ya ha escrito su nombre en el libro de los récord de los fuegos de mayores dimensiones de España y es el peor registrado en la historia de Castilla y León . Una voraz propagación de las llamas dentro de un perímetro que supera los 120 kilómetros -más que ir de Madrid a Segovia-. El cronómetro prácticamente se paró casi de golpe, cuando los elementos pasaron de jugar en contra a permitir que los trabajos del operativo dieran resultado tras una carrera a contrarreloj en la que el fuego era más rápido que los efectivos de la lucha contra incendios, cuyo dispositivo desplegado por la Junta de Castilla y León -responsable en la materia- ha recibido duras críticas. Pero, ¿por qué estas cifras en tan poco tiempo?

El origen

  • Una tormenta seca

Las nubes chocaron con fuerza entre sí. Con rayos, pero sin descargar lluvia. Cayeron hasta el suelo y varios lograron prender. Comenzó la combustión en 14 puntos, más en otros en los que fue cogiendo calor hasta que las llamas salieron al exterior, son los rayos latentes que hacen diana, pero la llama tarda en salir a la luz. Entre unos y otros, el origen de una «barbaridad» de fuego.

La hora

  • Al caer la noche

Eran algo más de las 19:00 horas, con poco tiempo más de luz por delante. Un factor en contra de la lucha contra cualquier incendio. Cuando se va la luz natural, los medios aéreos se tienen que retirar a sus bases hasta el siguiente amanecer. Y en este caso, incluso de día, por el denso humo ni siquiera pudieron actuar. Varios focos comenzaban a humear. En la oscuridad fue cuando el fuego aprovechó más para avanzar, con las llamas ‘engullendo’ miles de hectáreas. El 16 se despidió con 800 quemadas y el 17 vio la luz con unas 12.000 calcinadas.

El viento

  • Rachas de hasta 70 kilómetros por hora

«El viento ha sido el peor enemigo que hemos tenido», reconocen quienes estuvieron cara a cara frente a las llamas. Sensación de impotencia al ver que el trabajo de horas se convertía en tierra quemada cuando eólo cogía más fuerza y cambiaba de dirección. Una constante durante días, con rachas de hasta 70 kilómetros por hora. Hubo 12 horas seguidas en las que avanzaba a 1.200 hectáreas reducidas a cenizas cada 60 minutos . Fue frenar su fuerza y cambiar el panorama. De caer la noche del sábado con una desalentadora previsión y las llamas elevándose por encima de los 20 metros a amanecer el domingo con humo, pero sin llama. Los trabajos daban resultado.

Temperatura

  • Rozando los 40 grados

Si el viento impulsó el fuego, las temperaturas dieron aún más calor. Se rozaron los 40 grados. El mercurio primero se confabuló en contra y luego se alió con el dispositivo para frenar el avance de las llamas.

La sequedad

  • Tierra deshidratada

Una superficie deshidratada, que sufre también los efectos de la sequía. Sólo abril ha sido generoso en agua. Y la vegetación necesitada de líquido se convirtió en el combustible perfecto para saciar las ansias del voraz incendio. Hasta verdes prados se fundían a negro en un abrir y cerrar de ojos.

Cortafuegos

  • Salto y limpieza

El terreno abierto entre las masas arboladas para intentar frenar el avance del fuego de nada ha servido en este caso. Las llamas las saltaron sin problema impulsadas por el viento a favor, sobrepasando incluso hasta seis líneas de defensa de un brinco. Aunque también han surgido voces críticas sobre su mantenimiento. Entre los reproches, «no» permitir la limpieza de ríos o canales que hacían de cortafuegos naturales. Ni siquiera sirvieron las carreteras, pues saltó vías e incluso los 500 metros de orilla a orilla del embalse de Agavanzal.

Orografía

  • Terreno escarpado

El terreno escarpado de la Sierra de la Culebra, con el fuego prendiendo en sus cumbres, dificultó aún más las labores de extinción ante las dificultades para poder acceder por tierra.

Piñas y pavesas

  • Natural propagador

Víctimas de las llamas, pero también alimento, las piñas fueron claves para la expansión y extensión. Al calentarse saltan y llevan el fuego para prender en otro punto. Lo mismo que las pavesas, que volaban cientos de metros y volvían a prender.

Dispositivo

  • Críticas por el despliegue

Sin todavía haber entrado en vigor el periodo de riesgo alto de incendios que arranca el 1 de julio de forma oficial, las mayores críticas se han centrado en los efectivos que tenía disponible la Junta en ese momento, con el operativo al «25 por ciento» . Sin embargo, desde la Consejería de Medio Ambiente se defiende la actuación, pues el operativo «no pudo actuar con resultados» hasta la noche del sábado al domingo, cuando el viento extremo cesó y bajaron las temperaturas. El fuego estuvo «fuera de capacidad de extinción» más de la mitad de las cien horas de avance sin control.

Evacuaciones

  • Una treintena de pueblos

La cercanía de las llamas y el denso humo obligó a evacuar pueblos. Una treintena de localidades y cerca de 3.000 personas fueron desalojadas esos días , hasta que el domingo pudieron regresar todos a sus casas, sin saber lo que iban a encontrar. Cenizas y más cenizas a su alrededor. «Salvar» los pueblos fue el cometido en el que se centró el operativo al ver que controlar el fuego era misión imposible. Ha habido daños en construcciones, pero el fuego no entró en los municipios y no hubo víctimas.

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