Antonio Piedra - No somos nadie
Dichorraciones
«¿Por qué a Rivera y de las jons no le gustan las diputaciones? Porque no es filólogo»
En Castilla y León Alberto Rivera está perdiendo el norte. Lógico en una Autonomía tan grande. Donde desembarca, la lía parda con su obsesión de inhalar nenuco puro o en faria. Si alguien que no es de su cuerda -o presencia, caso de Valladolid-, y se le ocurre tomar una copita antes de ponerse al volante, otro da la alerta para que lo pillen. Y así, Albertico I de España y V de la Empelotada , le corta la cabeza como a Juan el Bautista. Si otros -caso de Soria- critican sus propuestas papales sobre las diputaciones, ipso facto les aparta del redil de Ciudadanos y de las jons. También lógico. Aquí manda Rivera a la vieja usanza: con falanges, arcos y flechas paradisíacas.
El último desnorte -dejemos las primarias que en Castilla y León huele a porro de zotal- ha tenido lugar en Ponferrada, según publicaron el pasado lunes16 periódicos digitales. Al parecer, la candidata al Senado por Ciudadan@s -¿por qué Rivera no incorpora al logo la arroba y quita la coma?-, doña Rosa Luna , brilla con luz y aromas singulares. Cuentan que se baña en las Islas Vírgenes, que tiene currículum de cartón piedra, que escarba en «irregularidades contables», y que en Ciudadan@s se escucha todo esto como quien oye llover. Así que en León los niños cantan el «Luna lunera/ cascabelera/ debajo la cama/ tienes la cena» al unísono y con una tierna rosa entre los labios.
Pero nada de esto será tan letal para Ciudadan@s como la propuesta apostólica de suprimir las diputaciones. O sea, cargarse Castilla y León por el artículo 33 y en menos que se santigua un cura loco. Tan es así que Sánchez -el novio de Rivera en una investidura profética con cuernos y castañazos incluidos-, ha rectificado este apartado de sus capitulaciones. ¿Por qué a Rivera y de las jons no le gustan las diputaciones? Porque no es filólogo. Si lo fuera, sabría que ese nombre entronca con lo más característico de la democracia: discutir las cosas. O sea, que ha confundido el caño con el coro o con lo que sea. Como le suena mal «diputaciones», quiere modernizar el significado y la palabra con un número primo: con dichorraciones. Así de simple.
Con dichorraciones -di chorradas en sucesivas ediciones y oleadas indiscutibles- se nutren las nuevas adquisiciones de Ciudadan@s. Y como muestra un botón. El gran Felisuco -actor de segunda y nulidad política donde las haya, y que siendo cántabro debería compartir la grandeza del idioma con Castilla y León-, siguiendo a su maestro catalán en pelotas, ha formulado en campaña el anuncio más portentoso en dichorraciones hasta el día de la fecha: «Me gustaría que en el debate los candidatos sacaran la chorra y se la midiesen. Así tendría algo objetivo en qué apoyarse a la hora de votar». Textual. Si la gilipollez es un sistema en la política española, con las dichorraciones, Rivera ha reinventado el número áureo.