David Frontela - VÍA PULCHRITUDINIS

Sopas y sorber

Toque de queda, mascarilla, lavarse las manos y no ser muy sobón me parecen unas medidas más que asumibles ante la magnitud de la tragedia

Toque de queda en Palencia ICAL

David Frontela

Llevamos unos días de «toque de queda» y reconozco que tengo un problema con la medida. No es que me salte las restricciones de movilidad como dicen en los telediarios, es que simplemente no tenía que salir de casa para nada. El sábado podría haber ido a cenar por ahí pero tampoco me ha traumatizado. Pongo toda mi fe en que esta última propuesta sirva para librarnos del virus porque si es así estoy convencido de que el miedo desaparecerá de entre nosotros y los hosteleros –que se están llevando lo peor de la crisis en lo económico– no tardarán en poder trabajar y con gentes vivas y dispuestas a gastar ese dinero que ahora el pánico al futuro enclaustra en los bolsillos.

Lo que sí me afecta es pensar que nadie se hubiera dado cuenta antes de que algo tan simple podría funcionar, para esto no habría hecho falta ni el inexistente comité de expertos de la Moncloa. Si la cosa funciona, eso sí, habría que plantearse una cuarentena radical para quienes les tocaba pensar y no han reparado en ello hasta que a los franceses se les ocurrió cerrar París y vieron que no pasaba nada. Si fue por incapacidad no tienen perdón de Dios y si lo sabían y no lo hicieron por miedo a adoptar medidas impopulares es peor aún, y si no que se lo pregunten a las familias de los más de doscientos seres humanos que cada día, repito, cada día, mueren sólo en nuestro país.

Toque de queda, mascarilla, lavarse las manos y no ser muy sobón me parecen unas medidas más que asumibles ante la magnitud de la tragedia que nos está tocando vivir. Dicen que en Wuhan hicieron eso y en medio año están como rosas haciendo fiestas en las piscinas. En Europa, mientras tanto, la instalación de aplicaciones de rastreo en los móviles es testimonial por el temor a que nos invadan la privacidad –aunque a Amazon se lo contemos todo–. Yo no quiero que aireen mis miserias por ahí, pero si me dicen que con eso se salva el mundo pues lo comido por lo servido, seguro que en mi pueblo me ponen un monolito. Lo dicho; comer sopas y sorber imposible es.

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