David Frontela - VÍA PULCHRITUDINIS
Los reyes magos
El mundo es un cúmulo de imágenes falsas que intentan tallarnos en las retinas para que las confundamos con lo real
Hace años alguien me preguntó cuál era la línea editorial del medio en el que trabajaba y yo respondí ingenuo: «Yo soy de los Reyes Magos». Puede sonar absurdo ¿verdad? Pues bien, hoy me doy cuenta de que esa ilusoria respuesta podría ser una seña de identidad necesaria para nuestros periódicos y nuestro mundo. Una señal tan irreal como unos magos que en trece días recorren 5.000 kilómetros en camello puede ser la representación de la realidad más fiel de cuantas hoy disfrutamos. Ayer, cuando limpiaba los zapatos ansioso de que los Reyes tuvieran a bien dejarme los regalos soñados, tuve la sensación de que esas cosas imaginadas son cada vez menos y que han tornado en anhelos de realidad palpable. Me explico. Después de la trifulca catalana, los disparates del leonesismo independentista, a Trump pegando tiros o a Putin escondido tras las cerraduras de todas las puertas del mundo ya no te quedan ganas de soñar sino de que la verdad sea verdadera y la realidad sea real.
El sueño es que lo bueno se distinga de lo malo, que cuando ves a alguien sepas cómo se llama y no le reconozcas por su foto de perfil sino por su característico olor a colonia fresca o a ajo en metralleta -poco importa-. Eso es lo que me apetece que me traigan los Reyes. Saber que el arte es arte y no provocación, que la belleza tiene un hueco porque es buena y que los periodistas hemos conseguido contar la verdad y no lo que conviene que lo parezca. El mundo es un cúmulo de imágenes falsas que intentan tallarnos en las retinas para que las confundamos con lo real. Como el Niño, hoy podemos recibir oro para socorrer necesidades materiales, incienso para disimular el mal olor y mirra para ungir, entiendan ustedes qué es qué en los regalos que acaban de abrir. Yo, se lo aseguro, cada año soy más de los Reyes Magos y al paso que vamos van a ser, de verdad, lo más real que tengamos. Melchor, Gaspar y Baltasar iban a adorar, a regalar al Niño y no a recibir de aquellos que les escuchaban. No lo duden, los Reyes Magos existen, son de verdad, y cada vez, más.