David Frontela - VÍA PULCHRITUDINIS
Oraciones y manifestaciones
Lo grave del asunto no es recriminar a quien gobierna mal, independientemente del loable y intento de deslindar la res publica de los asuntos sobrenaturales.
Ayer había convocada una manifestación a las puertas de la iglesia de San Benito de Valladolid para protestar contra la absurda prohibición de Francisco Igea, vicepresidente de la Junta, de que a los templos -por grandes que sean- acudan más de 25 personas a celebrar la Eucaristía. El empecinamiento de nuestro autoproclamado líder moral posiblemente venga de un complejo por no ser el protagonista de esas misas en las que el que triunfa no es él sino el que está colgado en la Cruz. Es lo que tiene el afán de poner sal hasta en los dulces que, a veces, no toca.
Lo grave del asunto no es recriminar a quien gobierna mal, independientemente del loable y intento de deslindar la res publica de los asuntos sobrenaturales. Lo realmente preocupante es el coro de voces que -mezclando churras con merinas- intenta externalizar su odio a través de la proclamación de sus limitaciones para acudir a misa.
Parece que la cristiandad es ahora la que busca -como en París- arena bajo los adoquines y en lugar de vigilias organiza manifestaciones, en lugar de misas de campaña en el campo monta marchas lentas para denunciar la injerencia de Igea. No, señores, no es así y no es resignación cristiana, es buscar una sonrisa, es decir que la tristeza es aliada del enemigo, es decir que la fe está por encima de todo y que la oración puede más que los cañones aunque estos sean los de Igea con su superioridad moral de víctima apoltronada incapaz de rectificar porque eso es de sabios pero le quitaría votos. No, señor Igea, sí hace algo justo -sea lo que sea- ganará el cielo y las elecciones.
Contra la injusticia; oración y acción pero nunca odio. Eso es cosa de los partidos pero en esto algunos antes que hijos de Dios parecen hijos de una u otra tendencia. No olviden nunca que lo de la Iglesia «una, católica y apostólica» tiene que ver con Dios y no con a quién votas. Para muestra el nacionalcatolicismo español, los independentistas catalanes, los teológicamente liberados latinoamericanos o el tan actual establishment estadounidense. No lo olviden, todos son hijos de Dios. Supongo que ahora alguno vendrá a decir que todo es culpa del otro Francisco, el Papa.