David Frontela - VÍA PULCHRITUDINIS

No es un supuesto

«Estoy absolutamente en contra del ensañamiento terapéutico pero eso es una cosa y otra bien distinta es restar la dignidad al moribundo dejando sin un atisbo de su humanidad el tránsito entre la vida y la muerte»

David Frontela

No es un supuesto. Una vez hace años tuve entre las manos un paquete de jeringuillas precargadas de una sustancia que desconozco. No hubiera sido un delito, entonces ya estaba todo protocolizado y regulado por la administración y en casa por uno de los equipos médicos de cuidados paliativos con más corazón y profesionalidad que jamás he conocido. El final irremediable de todo aquello era la muerte.

Las cosas hubieran sido sencillas; tranquilidad, menos dolor y una sensación de deber cumplido. Apretar el émbolo durante unas horas o unos días, una caricia, un suspiro y una responsabilidad superada, el fin.

No es un supuesto. Estoy absolutamente en contra del ensañamiento terapéutico pero eso es una cosa y otra bien distinta es restar la dignidad al moribundo dejando sin un atisbo de su humanidad el tránsito entre la vida y la muerte, ponerlo todo en manos del BOE. Que nadie piense que una orden ministerial va a acabar con el sufrimiento y si lo piensan tengamos cuidado con lo que deseamos porque puede hacerse realidad y alguien propondrá erradicar a los desgraciados del mundo.

No apreté aquel émbolo porque no quise o porque no pude, nunca lo sabré, pero lo que si sé es que hubiera sido más fácil hacerlo. El final efectivamente llegó bastante tiempo después pero entre medias hubo dolor, mucho dolor y risas y amor; Vida…. Si quieren eludir la responsabilidad de tener que elegir por su vida o por la de quien tienen a su lado legislen sobre la eutanasia pero si no es así, piensen que apretar el émbolo no es tan difícil, no necesitan un médico para hacerlo, ni un Gobierno para autorizarlo, basta con querer dejar de ser responsable de quien tienes al lado y digo de quien tienes al lado porque pedir esa responsabilidad a quien sufre sí es merecedor del mayor de los castigos. Escondernos tras un real decreto o una corriente de opinión acongojada por tener que enfrentarse a una situación similar no es muy distinto al avestruz que esconde la cabeza bajo la tierra. ¿Qué dolor evito? ¿El mío o el de quien de verdad sufre?

No es un supuesto. Aquello a lo mejor fue un milagro pero es tan cierto como la vida misma.

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