David Frontela - Vía Pulchritudinis
No es no
«La clave está en cómo vivir y no en cómo morir»
Lo vertiginoso de estos tiempos hace que cada semana atendamos atónitos a la necesidad imperiosa que tiene la política actual de cambiarnos las heridas que a diario infringe en nuestras cabezas. Así; la corrupción y las mentiras o el acuciante desempleo pretenden ser sepultados bajo la losa del olvido a base de legislación de bajo coste económico pero cargada de emotividad y trufada de etiquetas que no tienen más trasfondo ideológico que el «yo lo dije primero» y el dividir entre buenos y malos.
La legislación de bajo coste de esta semana ha venido en forma de regulación de la muerte. Mientras unos quieren hacernos creer que la muerte es progresista, los otros pretenden que la clave esté en lo caro o lo barato de poner fin a una vida.
No es no. Vivir no es lo mismo que morir, nunca lo será. La pretensión del Gobierno, sin embargo, es equiparar las dos condiciones -la de estar vivo y la de estar muerto- simplemente regulando el momento del tránsito entre las dos. Una cosa es vivir dignamente y otra morir dignamente y yo me quedo con lo primero. La clave está en cómo vivir y no en cómo morir.
La Ley de la Eutanasia condiciona los casos a los de «sufrimiento insoportable sin esperanza de recuperación y muerte no inminente». Todos esos conceptos son tan relativos que mientras yo tengo unas ganas locas de vivir, en mi misma situación, otro preferiría morir. Pero peor aún es que el Gobierno pretenda transferir esas capacidades no sólo al protagonista de la historia -todos alguna vez hemos deseado morir- sino a los escrúpulos de quien nos acompaña o, peor aún, al Estado y su burocracia de formulario plagada de errores que, esta vez si, serían irreparables.
Para evitar el sesgo conservador o progresista en base al que pretenden legislar, les invito a pensar en un Estado capaz de decidir si es mejor estar triste o feliz, que eligiera que es preferible estar triste y te facilitara todos los medios para entristecerte. Yo espero que mis gobernantes trabajen por hacerme feliz pero nunca que tengan la capacidad para decidir por decreto si lo soy. Una cosa es el intervencionismo y otra legislar sobre mis sentimientos. Trabajen en cómo vivir o en cómo morir, ustedes deciden.