David Frontela - Vía Pulchritudinis
La «Niñasabia»
«Seguro que la niña es tan lista como dicen pero o cada uno asume su papel o apaga y vámonos»

Esta semana tenía programada una revisión de exámenes en la facultad. Hasta ahí todo normal. Lo extraordinario ocurrió cuando aparecieron dos señores que me preguntaron si yo era el profesor. Sorprendido, respondí que sí y a partir de ahí llegó lo dramático. Eran los padres de Fulanita de Tal que había aprobado pero quería subir nota porque es muy importante tener un «expediente brillante».
Yo no soy padre y por eso algunos me dicen que no lo entiendo. No sólo es que no me parezca apropiado que los padres actúen de «representantes de la artista» sino que me parece preocupante como sociedad. Supongo que ellos preferirán verse como padres coraje -algún programa televisivo loará su paternal entrega- pero yo no lo entiendo. Seguro que la niña es tan lista como dicen pero o cada uno asume su papel o apaga y vámonos. Se llama responsabilidad y les compete a los padres y a la niña y eso no es intercambiable.
La niña conseguirá un expediente capaz de eclipsar el sol pero el mundo se acaba. Si los padres de una universitaria que, por cierto, estaba de fin de semana en Londres por aquello del estrés, tienen que venir a la revisión de un examen, la niña en cuestión debería contar con un anexo en su brillante currículo que pusiera «Ni acercarse a la criatura». De quién es la culpa ¿de la niña o de los padres? La culpa es de todos pero de la niña también. El mero hecho de debatir si la criatura tiene o no responsabilidad -seguro que tomando un café alguien les dirá que no- quiere decir que vamos por el camino equivocado.
¿Les extraña ahora que Pedro Sánchez haya nombrado cuatro vicepresidentes y al paso que vamos designen a un Secretario de Estado para «proteger» personalmente a cada español? Supongo que no, porque si hasta los padres de la «niñasabia» están dispuestos a pasar por el papelón de que un servidor les eche del despacho es que España va mal.
Y ustedes dirán; eso es una anécdota. Pues bien, se equivocan: esta no era la primera y no será la última vez que me ocurre. Ah, además, saben lo que les digo; si los papás lo cuentan en Redes Sociales será la guinda del pastel. Perdón.