David Frontela - Vía Pulchritudinis
Gracias y perdón
«Si pidiéramos perdón y diéramos las gracias más a menudo el vicepresidente Francisco Igea y el alcalde Óscar Puente, no podrían pegarse como niños en el patio de la escuela...»
Cuando éramos pequeños a las madres las escuchabas decir hasta la saciedad: «pide perdón a Fulanito» y «da las gracias a Menganito». Aquellas letanías eran la descripción de una sociedad que reconocía que, a veces, las cosas las hacías mal y que quien te daba la propina los domingos al salir de misa lo hacía porque quería y no porque hubiera una ley que le obligara a ello.
Hoy, sin embargo, el perdón y las gracias han mutado en la búsqueda de un síndrome avalado científicamente que justifique tu innata mala leche y la premisa clara de «tengo derecho a todo». No digo que no existan síndromes graves y que los derechos no sean dignos de atención pero si los niños y los no tan niños pidiéramos perdón y diéramos las gracias, todo sería más fácil y, sobre todo, sería mejor.
Así las cosas, cuando se nos olvida la mascarilla en casa simplemente pediríamos perdón a nuestra vecina en lugar de culpar al gobierno por tan incómoda norma y entenderíamos que ir al colegio es más importante que tomar vinos en una terraza por mucho derecho que tengamos a ello. Por mucho que insistamos y que yo reivindique mi derecho a cruzar la calle por donde quiera y en pijama e incluso monte una asociación en defensa de ese derecho, los coches seguirán atropellándome. Señores, podemos tener razón pero es que hay cosas que son importantes y otras no. Seguro que mi reivindicación es legítima pero ¿qué aporta a la sociedad? de verdad creemos que ¿no poder hacer botellón, cerrar los prostíbulos o que alguien sepa mi localización por la aplicación del teléfono para rastrear el Covid va a limitar nuestro desarrollo como nación?
Si pidiéramos perdón y diéramos las gracias más a menudo el vicepresidente Francisco Igea y el alcalde Óscar Puente, no podrían pegarse como niños en el patio de la escuela porque sus madres les dirían «cállate y pide perdón a este otro tonto por mucho derecho que tenga a decir su verdad en aras de la libertad de expresión» o «da las gracias» por poder influir con tu ejemplo en la sociedad que te ha elegido democráticamente para decidir sobre buena parte de lo que la convertirá en una cosa o en otra.