David Frontela - Vía Pulchritudinis
Gordi, Guapi
Decían que lo que se pretendía era imponer el pensamiento único pero al ritmo que vamos lo que se va a perseguir es el mero hecho de pensara
Será por la desescalada o por la edad pero estos días más que nunca me he hartado de escuchar a la gente reencontrarse por la calle y espetarse mutuamente un «¡gordi, qué guapi estás!». No digo que la frase –al igual que otras tantas de similar calado y contenido– no atesoren un fondo de cariño pero cada vez demuestran más en qué nos hemos convertido.
La antítesis de lo anterior sería un «te has puesto como un foso de tantos bizcochos» o «el vinagre es un color de moda» a tenor del color de tu cara. No hace falta llegar a esos extremos pero la tibieza, el vacío de contenido y lo superficial de todo cuanto decimos y oímos ha de levantar las alarmas sobre nuestra deriva como sociedad. Si todo, absolutamente todo es «guapi» y «gordi» que por no tener no tienen ni género, lo siguiente es que para demostrar enfado tengamos que recurrir al insulto brutal, la descalificación o, como dicen ahora, la crispación.
La calificación intermedia de nuestros actos se ha extendido tanto que todo cabe. Hoy todos los niños son listos y los listos de antes ahora son superdotados y los tontos… los tontos han desaparecido. En definitiva, las fronteras de lo bueno y lo malo han crecido tanto que ya no hay manera de ser algo, sólo puedes ser o «guapi» o «gordi» con todo lo que eso conlleva. «Todos unidos saldremos de ésta» o «la culpa es de un señor que viene de fuera» es el recurso al que providencialmente nos hemos agarrado para no distinguir entre gente que hace cosas buenas y gente que es como el demonio.
Paradójicamente esa laxitud y obsesión por bordear la realidad hacen que cuando alguien se sale de esas inmensas fronteras la solución que ofrecemos como rebaño sea la de fusilar al disidente. Hasta ayer decían que lo que se pretendía era imponer el pensamiento único pero al ritmo que vamos lo que se va a perseguir es el mero hecho de pensar. La clase política ha sabido interpretar esto que somos como sociedad y, sin sonrojo, pasan de no decir nada en sus discursos a acusarse de crímenes de lesa humanidad. Lo dicho; ahora o eres «gordi» y «guapi» o el cuñado malo de Stalin.